Autor: Sealtiel Enciso Pérez
Este 9 de agosto se conmemora el día Internacional de los
Pueblos Indígenas y este año ha sido dedicado a las “lenguas indígenas”. Si
bien es cierto que desde hace más de 100 años desaparecieron los últimos
integrantes de los grupos indígenas nativos de esta parte de la Baja
California, es importante rememorarlos en este día y hacerles una justa
reivindicación.
A la llegada de los primeros colonos europeos a la
California, desde el año de 1533 con la desafortunada expedición comandada por
el amotinado Fortún Jiménez, ya se daba cuenta de algunas características de
los pobladores nativos de estas tierras. Los exploradores que siguieron
llegando durante todo el siglo XVI y XVII se expresaban de ellos como hábiles
buceadores, de cuerpos fornidos y proporcionados. Los hombres andaban desnudos
y sólo las mujeres tejían unas pequeñas faldillas que cubrían la parte baja de
su cuerpo. Vivían en comunidades pequeñas, algunos en las playas consumiendo
por lo general peces y moluscos, y otros grupos vivían en las tierras del
interior vagando y consumiendo plantas y animales propios de aquellas regiones.
Estos individuos poseían lenguas que se diferenciaban de acuerdo a la región
que habitaban. No se pudo distinguir si tenían reyes, pero sí se pudo apreciar
que eran gobernados ocasionalmente por hombres o mujeres que se distinguían por
su valor e inteligencia; a veces esta responsabilidad recaía en el hechicero de
la ranchería. Sus armas consistían en pequeños raspadores de piedra, flechas y
arcos y algunas lanzas con puntas de pedernal.
Con la instauración de la Misión de San Bruno en 1685 y
posteriormente el Real Presidio de Loreto en 1697 dio inicio la colonización formal
de estas tierras, algo que hasta ese momento se antojaba imposible puesto que a
pesar de muchos intentos que realizó la Corona Española por crear
establecimientos fijos en la península no se había podido lograr pese al gasto
de miles de pesos oro. Lo anterior debido en gran medida a la esterilidad de la
tierra, la dificultad de conseguir fuentes de agua pero principalmente a que
los hombres que hacían estas expediciones no poseían ni la fe ni la motivación requerida.
Unos años antes de acabar el siglo XVII se concretó esta empresa e inició un
largo proceso por medio del cual se fueron conociendo las verdades y mentiras
sobre esta península y creado un asiento para la conquista.
Lo que hasta ahora sabemos de las costumbres, la lengua, la
ciencia y la forma de vida de los antiguos pobladores de la California, lo
conocemos principalmente de las fuentes escritas que nos legares los sacerdotes
jesuitas. Estos religiosos tenían la obligación de reseñar por escrito, cada 3
o 4 meses lo que ocurría en sus misiones y enviarlo al sacerdote encargado de
las Misiones de ese territorio, este a su vez adjuntaba su propio informe y lo
remitía a la sede central de los Jesuitas en la ciudad de México en donde se
analizaba y dictaban las acciones a llevar a cabo o bien se creaban libros para
dar a conocer lo que ocurría en estos sitios al rey y a todos los interesados
del resto del mundo. Como podemos darnos cuenta lo que se sabía de la
California era a través de la pluma de los sacerdotes de la Jesuitas.
Los ignacianos llegaron a esta región de la California con la
misión de convertir a la fe católica a todos los naturales y crear en este
espacio geográfico una civilización basada en los ideales paleocristianos y
favorables a la Corona Española. Es por consiguiente que mucho de lo que se
escribía sobre los naturales era “a conveniencia” de su proyecto. Debían de
pintarlos como “salvajes, tontos, bestiales, lujuriosos, escasos de
inteligencia y apenas distinguibles de las bestias”, lo anterior con el
propósito de justificar que permanecieran bajo su tutela e incluso el que por
70 años garantizaran el gobierno de su orden por encima del mismo virrey. De
hecho California fue un régimen de excepción que no se vivió en ninguna otra parte del Virreinato de la Nueva
España. Es por todo lo anterior que los
textos que se escribieron por los religiosos de esa orden y que llegaron hasta
nuestros días deben ser analizados con sus reservas y cuestionar en todo
momento la veracidad de lo que suscriben ya que en gran medida eran “censurados”
para definir un tipo específico de indígena, necesitado de la mano civilizadora
de los religiosos.
Lo que podemos decir a favor de la imagen del natural de las
Californias es que eran hábiles e ingeniosos. Cualquiera de nosotros que haya
tenido la oportunidad de vagar por un día entero a través del monte peninsular
podrá darse cuenta de su aridez y la gran dificultad para conseguir agua y
alimentos. Es aquí donde podemos resignificar la agudeza de la inteligencia de
los Californios puesto que en las temporadas de mayor sequía lograban conseguir
alimentos. En los lugares más escarpados y estériles podían buscar fuentes de
agua y sobrevivir por decenas de años, algo que los “civilizados” colonos como
Cortés, Vizcaíno o Atondo y Antillón no lograron realizar a pesar de haber
cursado estudios en las mejores Universidades de aquellos años. Su capacidad de
observación y el poder obtener conclusiones era tan avanzada que se cuenta que “en
una ocasión estaban unos Cochimíes comiendo unos pescados, cuando se retiraban
del sitio llegaron unos españoles y se abalanzaron sobre lo que había quedado
de los pescados. De inmediato uno de los indígenas les dijo que si comían de lo
que había quedado iban a envenenarse. Hicieron caso omiso y comieron de lo que
había sobrado. De los 4 españoles, 3 murieron y sólo 1 se salvó porque guardó
la comida para más tarde. Los peces que habían consumido los Cochimíes eran botetes (Sphoeroides
testudineus). Los nativos después de cientos de años de conocer estos alimentos
habían concluido que el hígado era sumamente venenoso y no lo comían.
Por mucho tiempo se ha sostenido que los indígenas
Californios no conocían la escritura y que no poseían estatuas de sus deidades.
Esto es muy cuestionable. Hace unos años acudí al Museo Regional de
Antropología e Historia de B.C.S. y me dio mucho gusto observar una estatuilla
de una deidad la cual fue encontrada en el municipio de Comondú. Al leer el
libro del Sacerdote Miguel del Barco pude encontrar que los jesuitas obligaban
a los indígenas que acababan de ser convertidos al catolicismo a que les
entregaran los ídolos y demás objetos de culto que poseían. Con todos estos
objetos reunidos los arrojaban a una gran hoguera en donde eran destruidos como
una muestra de aceptación de la nueva religión y el juramento de abandonar la
vida “pecaminosa” que habían llevado. También en los textos del sacerdote
Miguel Venegas se lee que los Guamas o hechiceros instruían a sus discípulos en
un sistema de “escritura” que realizaban en tablillas, este sistema se basaba
en marcas y perforaciones en tablillas. Lamentablemente casi no sobrevivieron ningunas de ellas porque también fueron
destruidas por los sacerdotes y las que aún se conservan están muy deterioradas
para poder obtener dato alguno. Los sacerdotes cuidaron mucho de no relatar
nada sobre la forma en que utilizaban estas tablillas ya que según ellos “no
querían promover que otras personas siguieran sus demoniacas enseñanzas”.
Ahora bien, cualquiera que haya visto en detalle los
raspadores puntas de flechas y lanzas realizadas por los indígenas Californios,
de ninguna manera pensará que pudieron haber sido realizadas por manos de un
“ser más semejante a una bestia que a un ser humano”. Las puntas de flechas
están elaboradas con tanto detalle y esmero que difícilmente un hábil tallador
moderno podría hacerlas tal cual, además los materiales con los que se
manufacturaron son tan delicados y sensibles que un golpe inexperto podía
romperlos. Lo anterior nos habla de las habilidades cognitivas y el agudo poder
de observación que tenían nuestros antepasados no solo en el momento de
elaborar las flechas, lanzas o raspadores sino desde la recolección de la
materia prima. También en los textos jesuitas se nos habla que las mujeres
elaboraban unas cestas tejidas de cierto tipo de plantas flexibles las cuales
estaban tan bien elaboradas que podían contener agua sin filtrar una sola gota.
Los Californios eran completamente respetuosos con su medio
ambiente. Sus alimentos los obtenían sin causar daños permanentes a las
especies animales o vegetales. Cuando veían que se iban acabando los frutos o
las especies animales que consumían simplemente se trasladaban a otros sitios
donde hubiera una mayor abundancia con lo cual dejaban que se repoblara y
recuperara la flora y fauna. Por lo general sus asentamientos no alteraban el
medio circundante, a lo sumo construían pequeños cercados o montículos de
piedra, sin techo, bajo los cuales dormían en temporadas de frío y viento.
Jamás se conocieron casos en donde consumieran alguna especie de planta o
animal hasta su extinción.
Los grandes murales que hicieron en cuevas de la sierra de
San Francisquito y Guadalupe, así como otros sitios del sur de la península,
nos hablan de avanzado progreso al que llegaron los indígenas Californianos no
sólo en las técnicas pictóricas sino en los materiales utilizados así como el
simbolismo que contenían sus pinturas. Más allá de historias fantásticas y
carentes de sustento científico, los antiguos habitantes de la California
poseían un avanzado sentido de la estética, de tal forma que se puede decir que
algunos de estos murales fueron hechos por los Californios cuando en Europa los
habitantes de Galia, Bretaña e incluso Roma aún habitaban en cuevas y comían su
propio excremento.
La capacidad lingüística de estas “naciones” quedó demostrada
en grado sobresaliente. Desde que el sacerdote Copart, durante su estancia en
San Bruno, elaboró un diccionario etimológico donde buscaba desentrañar el
significado de la lengua Cochimí, otros sacerdotes también siguieron su
ejemplo. El repertorio lingüístico de estos grupos era variado y muy rico, y a
pesar de vivir en una región aislada y tener escaso contacto incluso con los
grupos de esta península, lograron establecer un vocabulario que les sirviera
para expresar los objetos que les rodeaban así como algunas nociones
indispensables para comunicarse en su vida cotidiana.
Y podría seguir mencionando más aspectos de la vida y los
avances tecnológicos logrados por los ancestros Californianos, sin embargo con
lo aquí expuesto queda más que comprobado el que no se dijo la verdad en cuanto
al ingenio, carácter y habilidades de los indígenas que poblaron estas tierras.
Como siempre, la idea “eurocentrista” y colonialista de los colonos que
llegaron a América, se sobrepuso y trataban de interpretar las costumbres y
forma de pensar de los habitantes de estas tierras recién descubiertas con los
cánones de “su civilización”. El presente reportaje debe ser una motivación
para que se realicen más investigaciones que den cuenta del avance de estos
grupos indígenas Californios y se revaloren en su justa dimensión.
Bibliografía:
Historia De La Antigua Ó Baja California - Francisco Javier Clavijero
Historia Natural Y Crónica De La Antigua California - Miguel
Del Barco
Noticias De La Península Americana De California - Juan
Jacobo Baegert
Noticia De La California Y De Su Conquista Temporal Y
Espiritual Hasta El Tiempo Presente – Miguel Venegas
Historia De Las Relaciones Hombre Naturaleza En Baja
California Sur 1500-1940 - Martha Micheline Cariño Olvera
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