Autor Sealtiel Enciso Pérez
Nuestra península de California, antes de la llegada de los
colonos europeos, era una tierra en donde sus habitantes se movían de un área a
otra impulsados sólo por el deseo de satisfacer el hambre y la sed. De acuerdo
a los relatos que nos han legado los misioneros jesuitas que vivieron entre
ellos por espacio de 70 años, no se estilaba el esclavismo ni cualquier otra
forma de explotación humana. Las personas se unían para procrear sin embargo
esta relación era voluntaria y podía romperse en cualquier momento, los hijos
sólo permanecían con los padres durante los primeros 7 u 8 años de vida y
posteriormente estaban en libertad de ir a donde quisieran. Las rancherías de
naturales e incluso sus “naciones” se componían de grupos de individuos que
convivían en un determinado territorio y que vagaban por él procurando
satisfacer sus necesidades básicas y si se daba el caso lo protegían haciendo
uso de todos sus recursos en contra de invasores.
Se lee en algunos de los textos jesuíticos que durante los
combates que se sostenían entre las diferentes tribus nativas, éstos por lo
general se resumían a bravatas y griterío así como muestras de virilidad
buscando el amedrentar al rival pero rara vez terminaban en combates. Cuando
las peleas se llegaban a realizar en cuanto caían los primeros heridos o
muertos se suspendía la lucha y la nación que se considerara ganadora tenía el
derecho de reclamar a la otra una propiedad de terreno, de comida o el
desagravio de una ofensa. Sólo en contadas ocasiones, entre los Pericúes, se
estilaba que después de ganada una pelea se llevaban a algunas mujeres para
convivir con ellas por un corto tiempo pero posteriormente eran libres de
regresar con su ranchería de origen. No se tomaban rehenes ni esclavos, lo
anterior tal vez justificado en la imposibilidad de poder ofrecerles alimento
por el tiempo que estuvieran retenidos.
Los misioneros pudieron observar que en algunos grupos de
naturales se sostenían relaciones en donde un hombre podía tener varias mujeres
como concubinas (poligamia). Sin embargo estas relaciones no se basaban en la
obligación o esclavitud sino que era una costumbre entre estos grupos,
principalmente los Pericúes, y que las mujeres aceptaban o por lo menos no se
observaba que hicieran algo por cambiar su condición. Las mujeres que vivían
con un mismo hombre rivalizaban entre ellas procurándole las mejores frutas y
demás alimentos para así ganarse su favor o por lo menos el no ser repudiadas
ya que si esto pasaba era casi imposible que pudieran encontrar una nueva pareja.
El anterior preámbulo nos da una idea clara que la fase del
esclavismo no ocurrió en el desarrollo histórico que tuvieron los pueblos
Californianos. Con la llegada de los colonos europeos a la California y el
establecimiento del primer asentamiento permanente en el año de 1697 en el Real
Presidio de Loreto, llegó el sistema de explotación que actualmente conocemos
como la
trata de personas.
Si bien es cierto que esta incursión llevada a cabo a finales
del siglo XVII a nuestra península, venía respaldada de una Real Cédula en
donde la Corona Española cedía la titularidad a nivel de gobernación a los
sacerdotes de la Compañía de Jesús, no por esto se erradicaron las medidas
coercitivas para el cambio de forma de vida de los naturales de la California. Hasta
cierto punto estas medidas fueron menos agresivas que las que se llevaron a
cabo por los Encomenderos en las otras regiones de la Nueva España, sin embargo
no se debe negar que sí hubo omisiones, ocultamiento e incluso una abierta
permisividad para que los colonos europeos obligaran a los naturales a realizar
actividades económicas y cambiar su forma de vida.
De acuerdo a la legislación actual la Trata de Personas se
define como “toda acción u omisión dolosa de una o varias personas para captar,
enganchar, transportar, transferir, retener, entregar, recibir o alojar a una o
varias personas con fines de explotación, incluso sexual, el matrimonio forzado
y la explotación infantil, entre otros”. A la luz de este marco jurídico la
simple acción de “Colonización” que se llevó a cabo por los Jesuitas, de la
mano de los soldados, ya era una coerción. En innumerables ocasiones diferentes
grupos nativos de California les dieron a entender a los colonos que no eran
bienvenidos en sus tierras, incluso con muestras violentas como el lanzamiento
de flecas y dardos, sin embargo esto no detuvo a los contingentes invasores los
cuales en ocasiones de manera más o menos pacífica los convencían de que los
aceptaran en sus tierras dándoles alimentos y regalos de baratijas, pero en
otras ocasiones era a través del combate en donde la peor parte la llevaban los
naturales al estar en inferioridad de armamento.
Por lo general los sacerdotes jesuitas, que eran en la
California los que concentraban el poder civil y el mando militar, al llegar a
un nuevo territorio de alguna de las “naciones” de naturales, iniciaban el
acercamiento a los pobladores a través del regalo de alimento (pozol) así como
de ropa, cuchillos, y demás objetos que los atraían. Paulatinamente los
convencían de que los ayudaran a construir canales, pilas, templos,
habitaciones para los soldados y misioneros, etc. Durante este proceso los
sacerdotes utilizaban a los niños para que les ayudaran a hacer adobes, como
mensajeros entre una ranchería y otra y para realizar actividades de pastoreo
de los animales de la Misión. Durante los sermones criticaban y exhibían
públicamente a todos los naturales que no quisieran apoyarlos en las
actividades cotidianas, lo anterior con el propósito de que tras el escarnio
que se hacía de estas personas se vieran obligados por vergüenza a colaborar
igual que los demás habitantes del sitio en las actividades. Cabe aquí señalar
que a los naturales en ningún momento se les retribuía de forma económica por
el trabajo realizado, incluso por el más pesado que era la construcción de
caminos y el “vaquerear” el ganado de la misión, sólo se les daba una pequeña
ración de atole en la mañana y en la noche y al medio día se les daba el
acostumbrado pozol con un poco de verduras y ocasionalmente un pedazo de carne.
Lo anterior no ocurría con los soldados, carpinteros, marineros y sacerdotes a
los cuales sí se les pagaba en efectivo por las labores realizadas además de
que compartían los mismos alimentos que a los demás pobladores del lugar.
Además de todo lo anterior los naturales eran obligados a
acudir a todos los oficios religiosos como era cantar el Alabado al despertar,
acudir a la misa de gallo, posteriormente a medio día rezar el rosario y al
finalizar sus labores volver a recibir misa y rezar una serie de oraciones
propias del ritual cristiano católico. Cuando algún natural se resistía a
bautizarse era duramente reprendido por el sacerdote y los demás conversos de
la Misión hasta que lo obligaban de buena o mala manera a recibir el bautismo. Los
casos más drásticos de la represión promovida por los sacerdotes ocurría con
los hechiceros o “guamas” los cuales abiertamente desafiaban la autoridad de
los religiosos e incluso motivaban a los naturales a que se rebelaran y
expulsaran a los colonos de sus tierras. A estos hechiceros los sacerdotes se
encargaban de que la gente los repudiara al catalogarlos de “adoradores del
demonio”, refiriéndose en sus escritos como “charlatanes”, “sinvergüenzas”,
“mentirosos”, “aprovechados”. Fueron incontables ocasiones en que los
sacerdotes obligaban a los naturales conversos para que capturaran a sus
“guamas” y los trajeran presos para ser azotados públicamente por no aceptar la
religión que ellos les imponían.
Es importante mencionar, como ejemplo de la manera en que
fueron forzados y violentados los naturales de la California por los sacerdotes
y soldados, buscando que aceptaran la nueva forma de vida que ellos traían, con
las deportaciones masivas de rancherías que se llevaron a cabo al finalizar la
rebelión de los pericúes que ocurrió entre los años de 1734 a 1736. Al resultar
vencidos los pericúes, se procedió a trasladar a las mujeres de estos sitios
hacia otras misiones como la de Los Dolores y San Luis Gonzaga, incluso se
menciona que fueron llevadas a las Islas de San José y Espíritu Santo donde se
les abandonó a su suerte. Lo anterior como represalia y humillación para los
vencidos ya que eran el grupo de los pericúes el que practicaba la poligamia y
se negaba a abandonar esta costumbre. Este tipo de deportaciones también
ocurría cuando algunas Misiones se iban quedando sin pobladores y al tener que
cerrarlas se obligaba a los naturales que habían vivido por siglos en estos
parajes a que se trasladaran a otra misión, la cual en algunos casos distaba
cientos de kilómetros. Algunos estudiosos coinciden a que esta fue la razón de
que muchos naturales murieran ya que se les impuso a vivir en un nuevo sitio
donde no conocían ni las fuentes de agua ni los alimentos que podían obtener
del medio circundante.
Finalizaré este escrito mencionando que el día 30 de julio
fue declarado por la Asamblea General de las Naciones Unidas como “El día
Mundial contra la Trata (de Personas)”. Los párrafos anteriores reseñaron las
graves injusticias que se dieron en la California ancestral contra sus
pobladores primigenios, es por ello que debemos aprender de estos lamentables
sucesos y no permitir que esto pase de nuevo. Afortunadamente existe una
legislación que advierte y castiga cualquiera de las diferentes manifestaciones
de “explotación” o trata de personas, sin embargo esto de poco o nada ayuda, si
no contamos con un marco eficaz de procuración y aplicación de justicia en
donde la denuncia informada sea uno de los elementos sustantivos. Hagamos que
la historia de estos sucesos tan tristes no quede olvidada sino que sea el
acicate para promover la cultura de la legalidad y el respeto entre todos.
Bibliografía
Historia De La Antigua Ó Baja California - Francisco Javier Clavijero
HISTORIA NATURAL Y CRÓNICA DE LA ANTIGUA CALIFORNIA - MIGUEL
DEL BARCO
NOTICIAS DE LA PENINSULA AMERICANA DE CALIFORNIA - Juan
Jacobo Baegert
Noticia De La California Y De Su Conquista Temporal Y
Espiritual Hasta El Tiempo Presente Tomos I, II y III – Miguel Venegas.
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