Autor Sealtiel Enciso Pérez
Este 18 de julio se conmemora el aniversario luctuoso número
302 del Apostol de las Californias, el Sacerdote Jesuita Juan María de
Salvatierra y Visconti. Un hombre que dejó una profunda huella en la
construcción de la California colonial ya que sin sus gestiones ni su
maestranza en la organización y gestión de recursos en el Fondo Piadoso de las
Californias, jamás hubiera sido posible el que uno sólo de los asentamientos
misionales en nuestra península fructificara. Tuvo una vida intensa y llena de
privaciones pero también de grandes logros y aciertos. Fue un hombre de su
tiempo el cual vivió y murió convencido de la importancia de la obra Misionera
para redimir a tantos gentiles que habitaban en la California, sus amados
indios Californios.
De acuerdo a sus biógrafos Salvatierra nació el 15 de
noviembre de 1648 en la famosa ciudad de Milán, Italia. Era descendiente de una
familia acomodada (los duques de Milán). A la edad de 17 años tomó la decisión
de ingresar en la “Societas Iesu” e ingresó al Colegio de Génova donde inicia
sus estudios religiosos. Desde su ingreso manifestó su deseo de encaminarse a
la vida misionera y utilizando las influencias de su familia logró ser
trasladado hacia la Nueva España en donde concluye sus estudios en el Colegio
de Tepotzotlán y se ordena sacerdote. Debido a su gran dedicación y nivel
académico es nombrado maestro de retórica en el Colegio de Puebla. Sin embargo
su vocación de misionero siempre lo llamó por lo que en el año de 1681 se le
concede iniciar este ministerio en la Sierra Tarahumara, en la Misión de
Chinipas, uno de los lugares más remontados y de difícil acceso en aquella
serranía. Durante 10 años desarrolla su ministerio con gran entusiasmo logrando
fundar varios asentamientos religiosos en aquellos parajes.
En el año de 1681 se le cambia su ministerio a las regiones
del Noroeste de la Nueva España, lo que actualmente son los estados de Sonora y
Sinaloa. Durante su peregrinar por estas tierras conoce y entabla una amistad,
la cual perduraría durante todo el resto de su vida, con el sacerdote, también
italiano, Francisco Eusebio Kino. En sus interminables charlas por los caminos
hacia las diferentes Misiones de aquellos lugares, Kino logra entusiasmarlo y
motivarlo narrándole sus experiencias de más de 2 años de estancia en la
California, donde tuvo la oportunidad de explorar un territorio casi virgen y
en el que abundaban los gentiles, tierra fértil para convertirlos a la gracia
de la Fe y una excelente oportunidad para experimentar la construcción de la
idílica sociedad comunal a la que aspiraban los Jesuitas. Fue así como inician
una serie de viajes a la Ciudad de México en la que buscan por todos los medios
el conseguir la aprobación de sus planes por parte de los Rectores de la
Compañía de Jesús así como la autorización real del Virrey.
No es sino hasta el año de 1696, un 6 de febrero, que el
virrey Dn. José Sarmiento y Valladares, conde de Moctezuma, otorga a la
Compañía de Jesús la Licencia y Cédulas Reales para proceder con la
colonización de la California. Todo esto sólo fue posible debido a los
oportunos donativos que se hicieron por hacendados acaudalados así como de
algunas órdenes religiosas de la Nueva España que aceptaron y vieron con buenos
ojos el entusiasmo desmedido y ferviente de los padres Salvatierra y Kino por
iniciar la labor Misionera en aquellas tierras que siempre se habían
consideradas de inútil importancia para la Corona y vedadas a la exploración. A
la compañía de Jesús se le concedió la máxima autoridad en estas tierras
Californianas a cambio de no pedir un solo centavo del tesoro de la corona para
sufragar sus viajes y futuros asentamientos.
A partir de ese año se inician los preparativos por parte de
la Compañía de Jesús para adquirir los barcos y los bastimentos así como el
personal que acompañaría a Kino y Salvatierra en su empresa en la California.
Lamentablemente para ellos, el año de 1697 fue abundante en rebeliones por
parte de los naturales de la tarahumara y Sonora por lo que en varias ocasiones
tienen que acudir ambos sacerdotes a tranquilizar a la gente e imponer la paz
en aquellos sitios. En el mes de octubre de ese año y ya casi para zarpar, el
sacerdote Kino es llamado con carácter urgente y de obligatorio cumplimiento a
sofocar una rebelión que se daba entre sus pupilos de la Pimería Alta, por lo
que un solitario Salvatierra tiene que partir el 10 de octubre a su encuentro
con las tierras Californianas.
Después de varias exploraciones en la península y basado en
los documentos y experiencias que le trasmitiera el sacerdote Kino en su
estancia en estas tierras, Salvatierra desembarca y funda la Misión de Loreto
la cual queda consagrada con una solemne ceremonia el 25 de octubre de 1697. A
partir de esa fecha se dedica a promover la obra misionera para la que se había
preparado con tanto esmero y la cual le había significado grandes esfuerzos. Empieza
una vigorosa catequización de los naturales de aquellas tierras así como la
exploración de los sitios en los cuales se concentraban grandes comunidades de
naturales. Con gran pesar del sacerdote Salvatierra, en el año de 1704 es
nombrado Provincial de la Compañía de Jesús y tiene que viajar a la Ciudad de
México en donde permaneció hasta que finalizó este encargo y de inmediato
solicita ser devuelto para continuar su ministerio misionero en la California.
Es importante mencionar que sin importar haber desempeñado
los cargos más altos de la Orden en la Nueva España o tener un nivel académico
de primer nivel entre sus demás hermanos ignacianos, él siempre se comportó de
forma humilde y prudente desempeñando todas las actividades que era menester en
su afán de continuar expandiendo la influencia de la catequización en toda la
península. Cuenta el sacerdote Miguel el Barco, que en no pocas ocasiones y
debido al atraso en la llegada de las provisiones que se enviaban desde Sonora
y Sinaloa para la subsistencia de las Misiones en las Californias, el sacerdote
Salvatierra al igual que todos los naturales de estas regiones tuvo que salir
al monte a recolectar plantas y animales de la región para poder sobrevivir. Jamás
le escucharon algún lamento, alguna queja. A pesar de que pudo haberse
sustraído a estos estragos pidiendo su cambio a cualquier lugar que él deseara,
ya sea en la Nueva España o en Europa, él siempre quiso estar entre sus amados
indios californios.
Contando
con 69 años de edad, cansado y enfermo de un mal que en aquellos años se le
conoció como “el mal de piedra” (litiasis vesical o cálculos en la vejiga), es
llamado por el virrey Marqués de Valero para que acuda a la capital de la Nueva
España a ayudar a la redacción de un libro que por órdenes del Rey Felipe V
debía de elaborarse y en el que se consignara la historia de California.
Siempre fiel al cumplimiento de sus obligaciones y deberes, el sacerdote inicia
lo que sería su último viaje. Llega a la ciudad de Tepic, en donde se agravan
sus dolores y sintiendo ya muy cercana su muerte, le pide a sus hermanos
sacerdotes que lo lleven a la ciudad de Guadalajara ya que desea exhalar su
último aliento en la capilla dedicada a la Virgen de Loreto, advocación mariana
de la que fue ferviente seguidor, y la cual se encontraba en el interior de la
iglesia de la ciudad de Guadalajara, misma que promovió su construcción cuando
fue rector del Colegio Jesuita de aquella ciudad. Durante la noche del 18 de
julio de 1717, el sacerdote Salvatierra se despoja de su vestidura carnal,
entre las muestras de cariño y tristeza de todos los que le rodeaban, sabiendo
que en esos momentos se iba uno de los grandes hombres que había dado su vida
en pos de la catequización de sus amados hijos californios.
La memoria
del Sacerdote Juan María de Salvatierra y Visconti cada vez más se va diluyendo
en el trajín de la sociedad actual, pocas son las personas que aún lo recuerdan
y mucho menos aquellos que estudian su vida y obra. Es menester que las
instituciones que tienen por objetivo la difusión y custodia de la Historia de
nuestra media península fomenten con acciones certeras y organizadas el que se
conozca lo que hicieron los grandes hombres que vivieron y murieron por darnos
una identidad.
Una hermosa frase en latín reza de la siguiente manera: “Ut
sementem feceris, ita metes”, lo cual podemos traducir al español: “Como
sembrares, así cosecharás”. La siembra del padre Salvatierra fue buena y
abundante, ahora queda a aquellos que tenemos su legado en nuestras manos el
hacernos dignos de sus afanes y esfuerzos y ser corresponsables de un futuro
promisorio y honorable para esta hermosa tierra de la California, la California
Original.
Bibliografía:
"Cartas sobre la conquista espiritual de
Californias" (México, 1698) y "Nuevas cartas sobre Californias"
(1699) – Juan María de Salvatierra.
Misión de la Baja California - Juan María Salvatierra.
El apóstol mariano representado en la vida admirable del
venerable padre Juan María de Salvatierra de la Compañía de Jesús – Miguel
Venegas
California, Juan María de Salvatierra y los californios -
Eligio Moisés Coronado
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