Autor Sealtiel Enciso Pérez
Libre y muy sagrado es para mí el derecho de pensar, máxima
que se le atribuye a Benito Juárez, gran legislador y político mexicano. Con
este sentencia queremos dejar clara constancia de la importancia que ha tenido
la libertad de pensamiento para el progreso humano y lo peligroso que resulta
para aquellas instituciones que desean mantener a la humanidad presa de la
ignorancia y la estupidez, como es el caso de las religiones y los grupos que
detentan el poder del estado en un momento dado. Estos grupos ya mencionados,
en el transcurso de la historia de la raza humana, han desarrollado mecanismos,
algunos ideológicos y otros más burdos y prácticos, por medio de los cuales
buscan someter a los gobernados, en este caso trataremos sobre los tristemente
célebres Tribunales de la Santa Inquisición.
La Inquisición, como se denomina de forma económica y popular
a este mecanismo represivo, consistía en una serie de instituciones con
relación directa o indirecta con la Iglesia Católica, y que buscaban detener la
herejía que se estaba dando dentro de los reinos en los cuales se profesaba la
fe y que a través de ejemplares castigos los feligreses desistieran de estos
“caminos maléficos”. Como todos sabemos los gobiernos siempre han tenido una
relación directa con las instituciones religiosas y por lo mismo utilizaban los
mecanismos como la inquisición para someter y en muchos casos asesinar a
aquellos enemigos políticos que les disputaban el control del poder. Lo
anterior lo conseguían acusándolos de herejía y propiciando que se le dictase
una sentencia condenatoria que al final desembocaría en el asesinato del enemigo
pero sin responsabilidad para los gobernantes ya que simplemente se les
ejecutaba por “prácticas demoniacas”.
Se toma como fecha histórico el inicio de la inquisición en
el año de 1184 cuando la iglesia católica, presidida en ese entonces por el
papa Lucio III, ordena el combate y masacre de los cátaros o albigenses por
acusaciones de herejía y apóstatas. Hasta antes de estos hechos la iglesia
simplemente castigaba a los apóstatas, herejes y personas acusadas de brujería
o depravaciones con la expulsión de la congregación (excomunión) y sin que
sobre ellos recayera tortura o muerte alguna. A pesar de lo que muchas personas
creen, los procesos seguidos por la Inquisición fueron muy contradictorios ya
que en algunos casos, los obispos, sobre los que recaía la dirección de los
juicios en contra de los herejes, ya sea por simpatías e incluso por que ellos
mismos creían en prácticas paganas, disculpaban a algunas personas acusadas de
hechicería o de practicar estos cultos. En otras ocasiones el poder de la inquisición
se vio limitado debido a que los Papas delegaban la responsabilidad de incoar
juicios inquisitorios en sacerdotes de la Orden de los Dominicos, los cuales al
trasladarse a los diferentes reinos y participar dentro de las diócesis que
eran dirigidas por los obispos como sus feudos personales, se veían enfrentados
y por lo general los procesos de la Inquisición eran detenidos o postergados
por muchos años.
En el año de 1252, el papa Inocencio IV autorizó en la bula “Ad
extirpanda” el uso de la tortura como instrumento para obtener confesiones. A
pesar de que en el mencionado documento existía una advertencia de no exceder
la tortura y evitar la “extirpación de los miembros” esto era generalmente
pasado por alto, bien porque los verdugos eran personas sádicas y sociópatas
que no se molestaban en detenerse antes del punto del desmembramiento o la
muerte del interrogado, o simplemente porque a los miembros de la Inquisición
sólo les importaba cumplir con el procedimiento y castigar al supuesto hereje. La
Inquisición “real” se implantó en la Corona de Castilla (España) en el año de 1478
por la bula del Papa Sixto IV “Exigit sincerae devotionis”. Esta institución
represiva contó con el aval desde el principio por parte de los Reyes
“Católicos” debido principalmente a que deseaban apoderarse de los cuantiosos bienes
y propiedades que habían ido amasando los judíos que habitaban en aquel país.
Para tal fin impusieron la conversión de los judíos a la fe católica a través
del bautismo y aquel que se negara a hacerlo podía ser juzgado por la
inquisición, condenado, arrebatados todos sus bienes y propiedades e
impunemente asesinado. La inquisición cobró tal fuerza que incluso su poder se
extendió a cualquiera de los reinos que existían en la península ibérica y sus
representantes tenían igual o más poder que los mismos reyes. Es en esta época
que salta a la luz el nombre de Tomás de Torquemada, el cual fue nombrado
Inquisidor General y culpable de mandar a la muerte a miles de personas tanto
de España como de las nuevas conquistas que se hicieron en América y que dieron
origen a los reinos de México, Lima y Cartagena de Indias.
Los grandes males para los habitantes de América llegaron de
la mano de los obtusos y viciosos españoles. Existen documentos que relatan que
el primer proceso inquisitorial que se llevó a cabo en América ocurrió en el
año de 1520, poco antes de que se lograra el épico sitio de la ciudad de
Tenochtitlán y, con su rendición, la caída del imperio azteca. Fue el proceso
de idolatría iniciado por Nuño Beltrán de Guzmán en contra del Caltzontzin,
señor de los tarascos. Durante los años en que esta institución llevó a cabo su
perverso y maléfico trabajo fueron ejecutadas cientos de personas con el
correspondiente desprestigio para sus familias y el decomiso de sus bienes y
propiedades.
Ahora bien, hablemos un poco de los mecanismos por medio de
los cuales operaba la mal llamada “Santa” Inquisición. En primer lugar la forma
en la cual se captaba a las víctimas de esta horrenda parafernalia era por dos
vías. La primera era por confesión voluntaria en donde el “hereje” públicamente
reconocía su pecado y era sometido a un juicio. Sobra decir que este tipo de
declaraciones eran rarísimas. El segundo procedimiento era a través de la
recepción de una acusación, oral o escrita, anónima o levantada por alguna
persona, en donde se describía el delito por el cual se acusaba a un ciudadano.
Posteriormente y sin mediar mayores diligencias se enviaba por el acusado
haciendo uso de cualquier procedimiento, en ocasiones durante la captura muchas
de las personas morían a causa de los golpes o los salvajes procedimientos de
captura y presentación. Una vez que las personas acusadas llegaban ante el
tribunal se les sometía a un interrogatorio extenso en donde de forma amañada
se les pedía que voluntariamente confesaran la herejía, apostasía o perversión
de que ellos creían que eran culpables. En caso de que no confesaran de manera
voluntaria se iniciaba todo un proceso que podía durar incluso años y durante
los cuales se les sometía a toda una serie de torturas que iban desde golpes,
azotes, quemaduras, descoyuntamiento de articulaciones, fracturas, amputación
dedos, lengua y otras partes del cuerpo, marcado con hierros candentes,
introducción de cuerpos extraños por el ano, uretra o vagina y muchos más.
Durante el tiempo que durara el proceso el acusado permanecía incomunicado y
sus propiedades y bienes eran decomisados por el estado, el cual en estos casos
se convertían en fiscal acusador, y posteriormente se remataban públicamente.
Como ya se ha mencionado, la “Santa” Inquisición sirvió para
muchos fines, tantos como los intereses de la alta jerarquía católica y de los
reyes se vieran afectados. Por ejemplo en Italia la inquisición fue la
encargada de contener la invasión del movimiento de “protestantismo o reforma”
iniciado por Martín Lutero el cual buscaba desenmascarar a la alta jerarquía de
la iglesia católica que sólo había pervertido las enseñanzas vertidas en la
biblia. En el caso del reino de Portugal permitió el desmantelamiento de las
estructuras del judaísmo que se había establecido en sus tierras después de la
expulsión de España. A través de los juicios de la inquisición el estado y la
iglesia se apoderaron de grandes fortunas y bastas propiedades, todas ellas manchadas
de la sangre de las miles de personas que fueron injustamente asesinadas. Sin
embargo no sólo la opresión se estableció por motivos de poder político o
económico, también la inquisición jugó un papel muy importante en el combate de
la ciencia al castigar y reprimir a aquellos librepensadores que buscaban que
la humanidad saliera del oscurantismo en que la tenía sometida por siglos la fe
católica. Los casos más renombrados fueron el juicio y muerte del filósofo
Jordano Bruno en el año 1600, y el juicio contra el científico Galileo Galilei
en el año de 1633, donde pudo salvar la vida al abdicar de sus descubrimientos.
Uno de los episodios más negros de la inquisición surgió de
la mano de un libro llamado “Malleus Maleficarum” (del latín: Martillo de las
Brujas) publicado en 1487 y en el cual se describía con lujo de detalles cómo
se podía descubrir que una mujer practicaba la brujería, los procedimientos
para que aceptara su culpa y la forma de ser redimida, lo cual sólo se lograba
con la muerte de la acusada. Los países en donde este libro fue aplicado de
forma estricta fueron en Alemania, Italia, Francia, Inglaterra, Holanda y Bélgica.
Se cree que como producto de los juicios de la inquisición basados en el
“Martillo de las Brujas” fueron asesinadas entre 60.000 a dos y cinco millones de
mujeres. Lamentablemente no se han podido contabilizar de manera clara debido a
que muchos documentos fueron destruidos de forma intencional por la misma
iglesia católica en un intento por desaparecer las evidencias incriminatorias
de su infame actuar en aquellos años.
Llegó a ser tanto el exceso de la aplicación de los juicios
de la “Santa” inquisición por parte de los chiflados y fanáticos que profesaban
la religión católica, que se tiene un registro de que se incoaron 60 juicios en
contra de igual número de animales, los cuales eran acusados de estar poseídos
por “el rey de las tinieblas” y que bajo su influjo habían cometido actos que
iban desde la sodomía hasta el asesinato. La mayoría de los “acusados” eran
cerdos, seguidos por gatos negros y chivos.
Se toma el 10 de junio de 1820 como la fecha en que es
clausurado definitivamente el Tribunal de la Santa Inquisición por la iglesia
católica, sin embargo esto es muy cuestionable. La “Santa” Inquisición o
Tribunal del Santo Oficio siguió operando por lo menos dentro del territorio
del Vaticano y fue hasta el año de 1965 que el Papa Paulo VI decidió reorganizarlo
con nuevas funciones y nuevo nombre. A partir de esa fecha se le conoce como la
Congregación para la Doctrina de la Fe. Desde esos años sus juicios están
enfocados a investigar y castigar a aquellas expresiones o grupos que surgen al
interior de la iglesia católica y que de acuerdo a su criterio o arbitrio no
siguen los dogmas de la iglesia. También esta Congregación decide cuáles libros
son considerados como “non sanctos” y por lo tanto proscritos de ser leídos por
los que profesan la religión católica. Uno de los Prefecto de la Congregación
para la Doctrina de la Fe que saltó a la fama fue el Cardenal Joseph Aloisius
Ratzinger, el cual fue electo como Para con el nombre de Benedicto XVI en el
año de 2005.
Nadie tiene el derecho de hacer abdicar a otro ser humano de
su derecho a pensar y disentir. Cualquiera que lo intente sólo quedará manchado
por el desprecio de todo el Universo.
Bibliografía:
“La Inquisición”, Ricardo García Cárcel, Biblioteca 'El Sol'.
“La tortura en España”, Francisco Tomás y Valiente.
“Manual de Inquisidores”, resumen, por J Marchena, del:
'Directorium Inquisitorum', de Nicolau Eymeric, disponible en Scribd y
ResearchGate.
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