Uno de los grandes obstáculos que representó para los europeos al tener acercamientos con los pobladores de América fue la heterogeneidad en los dialectos de los diferentes grupos que lo poblaban. Sin embargo con el paso del tiempo pudieron hacerse de intérpretes los cuales hablaban una o más lenguas nativas y podían hacer la traducción al español y viceversa. Otra de las ventajas que se tuvo fue el manejo del lenguaje escrito por parte de los europeos con lo que pudieron elaborar diccionarios y pequeños textos en donde se traducían, por lo general rezos, del español a la lengua de los naturales de cierta parte de América. En el caso que vamos a tratar aquí es cómo se logró escribir un pequeño documento que sirvió como base para la traducción del español o castellano a la lengua cochimí.
Fue en el año de 1683 en que el Comandante Isidro Atondo y Antillón fue nombrado por el Virrey de la Nueva España Tomás Antonio de la Cerda y Aragón para establecer un poblado permanente en la California que sirviera para ofrecer agua y bastimento a los exhaustos tripulantes y pasajeros del Galeón de Manila. Para tal fin viajó además de sus soldados y marineros con 3 sacerdotes jesuitas muy doctos: Eusebio Francisco Kino, Tomás Goñi y Juan Bautista Copart. El primer punto a donde llegaron fue al puerto de Santa Cruz en donde se funda la misión de Nuestra Señora de Guadalupe de la California la cual tuvo una corta duración y un trágico final. Posteriormente se remontan a un punto que queda actualmente a 35 kilómetros al norte de Loreto, al cual denominaron como San Bruno y establecieron una misión con el mismo nombre. Durante los dos años que estuvieron en este sitio, el sacerdote Juan Bautista Copart se dedica a aprender la lengua de los naturales del lugar, cochimíes, y con las palabras que va descubriendo su significado empieza a construir un CATECISMO y vocabulario español-cochimí y lo utilizan de forma muy satisfactoria para la catequización de los naturales y su bautismo.