Los Retablos en la Antigua California





Autor: Sealtiel Enciso Pérez

Cuando uno ha tenido la oportunidad de apreciar ya sea en fotografía o en vivo los hermosos retablos de las iglesias de San Francisco Xavier de Vigge Biaundó o de San Ignacio Kadaakaman se queda maravillado no sólo por su magnificencia y devoción católica sino por la hazaña que tuvo qué realizarse para traerlos hace casi 300 años a esta parte de la Nueva España.

En este artículo reproduzco una parte de lo escrito en la Tesis presentada en la UABCS con el título de ARQUITECTURA Y URBANISMO EN LA ÉPOCA MISIONAL DE LA ANTIGUA CALIFORNIA (1697 – 1780) del cual lamentablemente no he encontrado el nombre del autor para agradecerle por esta maravillosa forma en que describió estas hermosas obras en nuestras Misiones Sudcalifornianas.

“Dentro del género religioso en la arquitectura novohispana, el retablo es un elemento que destaca por sus virtudes escénicas, esencial para la representación religiosa, la cual, fue protegida por el movimiento de la Contrarreforma de la Iglesia Católica. Transformándose así, en un objeto necesario en la producción arquitectónica en la época barroca.

El retablo evolucionó gradualmente de ser un sencillo entablado apoyado sobre el muro frontal, a los exuberantes esquemas iconográficos del siglo XVIII, con lo cual, llegaron a cubrir la totalidad del ábside. En el proceso de la conquista y evangelización, la tradición del retablo llegó a México desde sus inicios; las representaciones iconográficas construidos en los siglos XVI y XVII conservaron una estructura básica de diseño más o menos rígida, que poco a poco se perdió en el siglo XVIII a medida que el lenguaje barroco se hizo más exuberante, incurriendo en los extremos de la abundancia en la modalidad del barroco anástilo. Para el caso de la Antigua California en los ejemplos que aún permanecen, fueron llevados los retablos desde la ciudad de México. El retablo de la misión de San Francisco Javier fue trasladado desde Tepotzotlán en 32 cajas, como lo publicó el padre Baegert en sus cartas.


Los elementos estructurales de un retablo son los que reglamentan la descripción y explicación de éste, para entenderlas es necesario señalar cada uno de los elementos que lo conforman: En los retablos de las misiones californianas, el sotabanco es un basamento de piedra que soporta la estructura de madera. Por lo general, tiene la altura de la mesa del altar, cuyos elementos aparecen simétricamente dispuestos en torno a ésta. La predela es el primer elemento que en el retablo aparece de inmediato sobre la mesa del altar; es común que se ubique en el centro, para colocar en ésta el sagrario (lugar donde se colocan las hostias y los vasos sagrados).

Los soportes son columnas o pilastras, de orden jesuítica en el caso de la misión de San Francisco Javier y dominica en el caso de la misión de San Ignacio. Ambos son de estilo barroco y cumplen la función de sostener los diversos cuerpos del retablo y en cuyos capiteles se sostiene el entablamento.

Con el referente de las pilastras en el retablo podemos determinar las calles, es decir, los espacios o sectores verticales que generan unos elementos llamados intercolumnios y que se utilizan para alojar diversos nichos, donde se colocaron las imágenes escultóricas o pinturas. Es muy común que la calle central sea más amplia, por ser la principal y la que se dedica en exclusiva a la devoción rectora. En el caso de la misión de San Javier y San Ignacio, se colocaron las esculturas en la parte central del retablo a la que estaba dedicado cada uno de los templos, en derredor de este se colocaron imágenes religiosas, según el plan de quien lo había ordenado.


El elemento principal empleado en la construcción de los retablos fue la madera, aunque en el arte novohispano, además de éste, se recurrió a la argamasa. Se utilizaron diversas tecnologías que implicaron una mano de obra específica. En cuanto a la elaboración se realizaban de acuerdo a los pedidos y a la advocación a la que estaba dedicada, en el caso de la Nueva España resulta difícil determinar la autoría de la obra, para el caso de la Antigua California se considera casi imposible, ya que hasta el momento, no se han encontrado testimonios que dé cuenta de las personas que ayudaron en su construcción.

Es necesario mencionar la manera en que se fabricaban los retablos, los más tradicionales se construían de madera, como ya se mencionó, para su construcción participaron varios artesanos de los más diversos gremios: el alarife hacía el plan del retablo, siguiendo las indicaciones de quien lo había ordenado; después intervenían el maestro carpintero y los entalladores que daban forma a todos los detalles. Concluidas las distintas partes del retablo se doraban y posteriormente se numeraban para darle un orden a las piezas, después se acomodaban perfectamente y embalaban para trasladarlos por vía terrestre y después por mar en dirección a la península de California. Ya estando en tierras californianas, el ensamblador hacia las uniones de cada pieza y lo colocaban sobre el muro que correspondía. Finalmente, el dorador o pintor de oro, se dedicaba a darle el acabado a los detalles que le hacían falta; eliminaba las asperezas por medio de un lijado, aplicaba una ligera capa de yeso para darle una superficie tersa; luego aplicaba una capa de bol, mezcla de color rojiza, elaborada con arcilla de Armenia o alguna similar y el tejido cartilaginoso de conejo, la cual permitía que la hoja de oro se adhiriera de manera perfecta, para finalizar se le daba el último por medio de un bruñido de la superficie con piedra de ágata. Este mismo procedimiento se utilizó para dorar el retablo cuando se construyó.


En la producción artística de los retablos y en el sentido escultórico de los elementos religiosos con las que contaban los templos de la Antigua California pudo deberse, entre otras cosa, primordialmente a su lejanía de los centros artesanales; a la falta de “bienhechores” que pagasen los retablos y la reducida población de españoles en las misiones, particularmente pobres, y por último a la falta de materiales y de recursos en la propia California. Sin embargo, a pesar de los problemas anteriores, al parecer en ocho templos tuvieron varios retablos de tipo barroco, sin embargo, es casi seguro que debieron haberse trasladado desde la capital de la Nueva España, con todo y las dificultades que esto implicó. Al paso de los años toda la ornamentación con la cual fueron creados fue desapareciendo y son solamente los retablos de la misión de San Javier y San Ignacio las únicas que quedan, de los seis retablos, cinco se encuentran casi inalteradas hasta nuestros días.

Bárbara Meyer establece que: ―desde el punto de vista estilístico hay una marcada diferencia entre los retablos llevados por los jesuitas y los que mandaron los dominicos a California peninsular. Los de San Francisco Javier son distintos entre sí y no forman una unidad a pesar de ser todos ejemplos representativos del barroco mexicano, elaborados en el segundo y tercer cuarto del siglo XVIII. Los retablos de San Ignacio en cambio, son estilísticamente similares entre ellos; destaca el principal por su mayor tamaño; los otros dos, ubicados en la nave del crucero uno frente al otro, son idénticos en cuanto a estructura y ornamentación. Estos tres forman un conjunto equilibrado y la única muestra del barroco tardío o ultra barroco de la segunda mitad del siglo XVIII”.

Bibliografía:

ARQUITECTURA Y URBANISMO EN LA ÉPOCA MISIONAL DE LA ANTIGUA CALIFORNIA (1697 – 1780) – Autor ???  Tesis presentada en la UABCS.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.