LOS JUEGOS INFANTILES DE LA PAZ DE ANTAÑO





Autor: Sealtiel Enciso Pérez

Que inocentes y sencillos eran los juegos con los que se entretenían los niños en los años 50´s y 60´s. Platicando con varios amigos, que fueron niños en aquellos años, y que tienen por costumbre reunirse cada semana en casa de uno de ellos a recordar los buenos tiempos, a escuchar buena música y a degustar unas copas de vino, me comentaron sus recuerdos de aquellas diversiones infantiles.

En los años cincuentas era muy común desarrollar juegos en los cuales se tuvieran que mover, que poner en juego las habilidades físicas de los participantes, aunque también había juegos en los que debía de ponerse por delante la buena memoria, la agilidad mental y en ocasiones hasta la concentración. Los juegos con los que se divertían eran el gato, los pelotazos, los encantados, las escondidas e incluso un juego muy particular de esta parte del país el cual se llamaba “el cani cani”, muy parecido en sus reglas a las escondidas.

En ocasiones había juegos que se jugaban por niños y niñas, pero también había juegos propios sólo de las niñas como eran los “yersis” o “pinyecsis” (matatena), la cuerda y la peregrina (el avión). También las niñas se reunían en grupos de 4 o 5 de ellas y jugaban a las muñecas y a la comidita. En aquellos años las muñecas se hacían de tela y los ojos y boca se trazaban con pintura sobre la parte de la “cabeza”, con el paso del tiempo se despintaban y a veces daban una apariencia siniestra a estas muñecas. Los trastecitos por lo general se hacían de barro y en ellos se vertían algunos líquidos para simular el café y pedacitos de fruta para la comida. Ya en los años 60´s con la introducción de los juguetes realizados en plástico, los trastecitos que se utilizaban se hacían de ese material.

También los niños tenían los juegos de los carritos y de los soldados. El primero de ellos se jugaban con carritos y camiones confeccionados de madera, en donde algo curioso era que las llantas estaban pintadas en la madera por lo que tenían que “conducirse” empujándolos o jalándolos amarrándoles un mecate. Ya en la década de los 60´s llegaron los carritos de metal y de plástico, los cuales tenían ruedas móviles que ayudaban con el juego. En los patios de las casas o debajo de grandes árboles en los sitios comunes de la ciudad, se trazaban pequeñas ciudades con calles, puentes, casas, y en fin todo lo que se necesitaba para jugar a los carritos. En el caso de los soldaditos, por lo general el material del que estaban confeccionados era de plomo y era común que con el uso se despintaran y se deformaran. Los niños realizaban pequeños “fuertes” desde donde lanzaban ofensivas a los rivales y se entablaban una “guerras” dignas de la antigua roma o de los temidos ingleses.


También había los llamados “juegos de mesa” como eran la lotería y el tomatodo o pirinola. Era común que en las tardes una gran parvada de chamacos iba a la casa de aquel que poseía la lotería, cargando en sus bolsillos una buena cantidad de granos de frijol o maíz para “ponerle” a las cartas y, un montón de monedas de 5, 10, 20 y 50 centavos para apostar a la llena, chorro y cuatro esquinas. Por lo general el niño más instruido o algún adulto informaban de las reglas del juego y cuidaba que los principiantes se apropiaran de las reglas y mecánica del juego. Cuando se daba alguna discordia o enojo debido a que el que “echaba” las cartas estaba “sacando puras de arriba”, entonces algún adulto intervenía poniendo el orden o imponiendo una tregua para el día siguiente y mandando a todos los niños a sus casas para que se serenaran y al día siguiente continuaran los juegos. En aquellos años lo que sobraban eran los chamacos ya que las familias eran muy grandes, de 5 o 6 hijos por lo menos, y con eso se garantizaba que los juegos fueran nutridos y muy divertidos.


En ocasiones los niños jugaban las rondas infantiles que se les enseñaban en la escuela o bien se formaban “escoltas” en donde se repetían las formaciones que se veían en la escuela y se ensayaba como si estuvieran portando la bandera en la escuela misma. Las rondas infantiles que se jugaban eran: Arroz con leche, Los elefantes, Amo a to, doña Blanca, El patio de mi casa, Mambrú y muchas más. Había ocasiones en que se podían ver 4 o 5 grupos de niños y niñas haciendo estas rondas o una ronda gigante de hasta 13 o 14 integrantes los cuales al unísono cantaban y realizaban los movimientos de estas rondas.

En los patios de las casas o en los jardines se reunían los niños para jugar al beisbol. En aquel entonces no se usaban pelotas reglamentarias por considerarlas muy peligrosas así que cualquier pelota era suficiente. También no se usaban los bates tradicionales debido a que eran muy caros. Cualquier tabla de madera era adecuada. Las bases se marcaban con un pedazo de cartón y de inmediato se empezaban estos juegos tan divertidos. Un columpio se fabricaba de una rama de mezquite o guamúchil, lanzando una cuerda de ixtle y se amarraba un pedazo de madera para que se sentara el niño que quería mecerse. Los “sube y bajas” se hacían de un tronco viejo poniéndole encima una tabla y de cada lado se sentaba un niño impulsándose con sus pies para subir y bajar.

Otro juego que se hacía en conjunto era el de “las canicas”. En un inicio las canicas estaban hechas de barro cocido, eran fáciles de que se rompieran o despostillaran. Con el paso del tiempo llegaron las canicas de cristal más duro y resistentes las cuales estaban pintadas de un solo color o unas que eran transparentes con líneas de color que las cruzaban. Había canicas de gran tamaño a las que llamaban “catotones”, estaban los famoso “tiritos” los cuales eran baleros de acero que algunos niños conseguían en los talleres mecánicos, los cuales eran sumamente codiciados. Se jugaba los siguientes juegos: la roncha, el ahogado, cuartas, bombochas, cascar, chiras pelas, mano negra, pinta tu raya y otros más. También había juegos donde cada quien demostraba sus habilidades como es el trompo, el balero y el yoyo. Muchos de los niños se convertían en expertos y se ganaban el honroso título de “vagos”, con el que eran una “referencia” para aquellos que querían incursionar en estos juegos.


También se jugaba a los papalotes, a la resortera e incluso a tirar con rifle de balillas y/o postas. En el caso de los papalotes había desde los fabricados con una hoja de cuaderno y amarrados a un pedazo de hilo de coser, hasta los fabricados con carrizo, pegamento blanco, papel de china y eran “volados” sosteniéndose de una piola o cuerda de algodón. Las resorteras se elaboraban de una horqueta de palo de arco o de guayabo y se les amarraban tiras de cámara de llanta y al final un pedazo de cuero en donde se introducía el proyectil que se lanzaba. Los rifles de balillas eran propiedad de los niños más adinerados ya que eran juguetes caros, e incluso peligrosos. Cuando a algún niño le “amanecía” uno de estos rifles, era el más popular durante varios meses y seguido era el que encabezaba viajes “al monte” a cazar palomas o realizar “tiro al blanco” con botes y botellas.

Los juegos infantiles han cambiado mucho en estos casi 70 años que han transcurrido, son más sedentarios, caros y sobre todo se basan en la tecnología de las computadoras. Lejos está de escuchar las risas y el alboroto de los niños en los parques o en los patios de las casas. No sé si eso fue para bien o para mal, pero en lo personal me gustaba ver a los niños divirtiéndose al aire libre y desarrollando su cuerpo, sus emociones y su inteligencia a través de esos juegos de antaño.

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