LOS BIENES Y EL TRABAJO DE LOS ANTIGUOS CALIFORNIOS. UNA SENCILLEZ QUE ASOMBRABA AL COLONO EUROPEO.





Autor: Sealtiel Enciso Pérez

Al remontarnos a los primeros contactos que tuvieron los recién desembarcados sacerdotes jesuitas con los únicos habitantes de esta muy antigua California, resulta por demás significativas las impresiones que tuvieron los primeros sobre la forma de vestir, alimentarse, los bienes que poseían así como los utensilios que fabricaban los segundos.

En su inigualable obra literaria “Noticias de la península americana de California”, el S.J. Juan Jacobo Baegert, nos narra cómo visualizaba estos contactos y las conclusiones a las que llegó después de habitar por espacio de 17 años entre estos indígenas, pobladores de las rancherías cercanas a la Misión de San Luis Gonzaga Chiriyaqui.

Nos describe que básicamente las herramientas que poseían los indígenas que él conoció fueron: el arco, la flecha, un pequeño fragmento de piedra el cual estaba afilado de uno de sus lados y le servía de cuchillo. En ocasiones algunos de estos hombres portaban un hueso o palo puntiagudo el cual les servía para horadar la tierra y extraer los tubérculos de los que se alimentaban ocasionalmente. Era común observar que guardaban sus pertenencias en alguna piel de gato montés o unas rústicas redecillas fabricadas con pencas de maguey aplastadas. Algunas mujeres construían cestas trenzando ramas de algunos arbustos (unas especies de bateas) y en ocasiones portaban carapachos de tortugas en donde almacenaban el resto de los alimentos que aún no consumían. Finalmente, si el indígena era previsor y hábil, que eran casos muy raros, portaban amarrada a la cintura una tripa o vejiga de un animal a la cual llenaban de agua. Esta era utilizada como cantimplora y le servía para conservar su dotación de agua mientras deambulaba por el árido desierto Californiano.


El Sacerdote Baegert menciona que los indígenas no construían casa y por lo mismo no era necesario construir muebles. Por lo general cuando deseaban descansar se tumbaban en el suelo y ya en este sitio realizaban las actividades como alimentarse, acicalarse y realizar largas pláticas, a las que eran muy afectos. Cuando les venía el sueño simplemente se acurrucaban en algún pedazo de suelo y de inmediato caían dormidos. Como podemos concluir no existían los sentimientos de la avaricia o la acumulación entre estas personas. Incluso el mismo Ignaciano se asombraba de cómo, a comparación de sus compatriotas en Europa, estos indígenas eran más felices con lo poco que necesitaban para vivir. Que no añoraban riquezas y que por lo mismo no vivían sufriendo ante la posibilidad de su pérdida.


En su libro, el sacerdote concluye que el único oficio que ha perdurado entre estos indígenas y que se pasa de una generación a otra es la elaboración de los arcos y las flechas ya que ambas les sirven para procurarse su sustento y asegurar su defensa ante algún peligro. Menciona que son los hombres los encargados de construir estas armas. En el caso de los arcos nos dice que son elaborados a partir de una raíz de sauce silvestre. Tienen una braza de alto y en el centro un  grosor de 5 dedos. En sus extremos tienen ranuras en las cuales se ata una cuerda confeccionada de tendones de venado. Las flechas son elaboradas de carrizo con un largo de seis palmos. En uno de sus extremos embuten 4 o 5 plumas y en el contrario agregan una varita pesada sobre la que insertan un pedernal de tres puntas el cual es puntiagudo y filoso en sus lados.

Finalmente menciona que las mujeres tienen como único oficio el elaborar una especie de enagua la cual tejen utilizando fibras de agave machacado en la cual ensartan pequeños canutillos de carrizo. Una vez que elaboran estas largas tiras las atan a un pedazo de cuerda del mismo material y se lo sujetan a la cintura. Las tiras quedan juntas y tupidas dándoles cierta protección, sólo dejan al descubierto la parte lateral de sus piernas. También son ellas las encargadas de tejer estas cestas o bateas a las cuales nombran “addá” y en las que transportan sus escasas pertenencias.


La vida de los antiguos Californios era sencilla, sin complicaciones, viviendo al día y de lo que se les cruzara en el camino. Tal vez no construyeron grandes inventos ni fastuosas ciudades, pero seguramente su vida era plácida y muy feliz.

Bibliografía:

Noticias de la península americana de California / J.J. Baegert ; introd. de W. Michael Mathes, Raúl Antonio Cota ; tr. por Pedro R. Hendrichs

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