Autor: Sealtiel Enciso Pérez
La expulsión de los jesuitas de la Nueva España, y por ello de estas tierras Californianas que tanto les debía y deben, fue la consecuencia de la aplicación de una serie de medidas conocidas como “Las Reformas Borbónicas”. La casa reinante del imperio español, la de los Borbones, planteaba el recuperar el dominio de sus colonias en todo el mundo, lo cual sus antecesores habían dejado en manos de representantes imperiales corruptos e ineficaces, también buscaban el recobrar el lujo y la opulencia del pasado a través de la maximización de ganancias a través de la explotación de sus territorios. Fue por ello que como parte de las maniobras de esta dinastía francesa, que ahora reinaba en España, se expulsa a los jesuitas, ya no por considerarlos un peligro en cuanto a su sistema de gobierno, sino porque este sistema no ofrecía las ganancias que el reinado exigía.
Una vez que Gaspar de Portolá consuma la expulsión de los Jesuitas de la California en 1678, llega a nuestras tierras el delegado personal del Rey Carlos III de España, el Marqués Joseph de Gálvez. Este aristócrata tenía una visión amplia de las acciones que podían establecerse en esta tierra Californiana con el propósito de hacerla producir riquezas, las cuales fueran a parar a los bolsillos de la Casa Real, ya sea directamente en cargamentos de oro, plata, perlas y otros productos o indirectamente a través del cobro de impuestos y alcabalas a las actividades mercantiles, de pesca y minería.
Lo primero que planteó de Gálvez fue el promover la consolidación de una ruta de navegación así como empresas navieras que trajeran los alimentos y herramientas necesarios para hacer producir esta tierra, situación que fue uno de los obstáculos más poderosos en el tiempo de los Jesuitas. Para lograr tal fin mandó construir un puerto en el que estableció uno de los astilleros más importantes de esos tiempos, el puerto de San Blas en Nayarit. Cabe hacer la mención que este punto fue estratégico para el embarque de provisiones y personal que emprendieron pocos años después la colonización de la que sería el norte de la península de California.
Otras de las acciones que fue no muy bien vista por los sacerdotes Franciscanos y Dominicos, sucesores de los Jesuitas, fue la secularización de las Misiones y la venta de tierras como un incentivo para atraer a nuevos colonos y afianzar a los ya existentes. Las Misiones prácticamente se encontraban ya desiertas de indígenas los cuales en su mayoría habían muerto de diversas enfermedades y los pocos sobrevivientes intentaban regresar, sin éxito, a su vida nómada en las partes más intrincadas de la tierra que algún día fue suya. Los productos de la ganadería y agricultura en estos sitios se destinaban a los almacenes de la Misión sin que los pocos indígenas o colonos pudieran sembrar en estos sitios y mucho menos poseer tierras.
José de Gálvez instaló la primer Caja de Hacienda de las Californias, la cual tenía la misión de cobrar los impuestos a las actividades económicas que más recursos ofrecía: el quinto del rey en la pesca de perlas y la extracción de plata y oro. También este órgano de gobierno se atribuyó el ser el único por intermedio del cual se podría adquirir la sal y el azogue, implementos necesarios para la cocina y la minería. Al principio las ganancias obtenidas fueron pocas pero conforme llegaron nuevos colonos que buscaban explotar estas tierras de la California, sus ingresos se incrementaron.
En ese año de 1768 se nombra al primer gobernador “provisional” de las tierras de California que fue el Sr. Gaspar de Portolá, en justo premio por su eficiente acción al expulsar a los Jesuitas sin que hubiera mayores problemas. En esos años las tierras semiexploradas de la península Californiana llegaban a partir de Loreto hasta el Cabo de San Lucas. Las instrucciones que traía de Galvez, por parte de la Corona era emprender la colonización de los territorios al norte de la península, lo cual realizó en el año de 1769, con un gran contingente conformado por soldados traídos de Sonora y Sinaloa, pero también indios Yakis así como una gran cantidad de indios Cochimíes y soldados, que habían llegado junto con los Jesuitas y que ahora eran leales al nuevo gobierno establecido. Es importante mencionar que los territorios norteños de la península que se descubrieron en un principio se llamaron Nueva California, y con el paso del tiempo trocaron su nombre por el de Alta California, dejando a nuestra antigua península, primera en ser descubierta, con el título de Baja California.
Dentro de las Reformas Borbónicas se planteaba el crear una mejor administración. En un principio la Capital de la Nueva y Antigua California se asentó en el puerto de Loreto, sin embargo debido a la imposibilidad de abarcar tanto territorio y la de administrarlo eficazmente se traslada la capital al puerto de Monterrey, en la Alta California, dejando un gobernador para la parte austral de la península. Sin embargo esto tampoco produce resultados positivos para la dirección de esta península. Es por ello que en el año de 1804 se procede a dividir la vasta península en dos partes. La Alta California quedó con un gobernador el cual continuó despachando desde el puerto de Monterrey; y la Baja California quedó bajo el dominio político y administrativo de otro gobernador con asiento en el puerto de Loreto.
En general podemos decir que las Reformas Borbónicas no trajeron todo los buenos resultados que se esperaban. Mientras la Alta California empezó un despegue muy impresionante en cuanto a la colonización y el descubrimiento de una gran cantidad de recursos mineros, de caza y agricultura; la Baja California careció, por sus situación climática y orográfica, de esta gran ventaja. Nuestra California del Sur se siguió poblando lentamente y la producción agropecuaria y minera fue muy incipiente. Sin embargo en honor a la verdad es importante decir que las reformas que impulsó el Marqués Joseph de Galvez en nuestra California primigenia ayudaron a incrementar y consolidad una comunicación marítima más frecuente y efectiva, hubo una certeza en cuanto a la tenencia de la tierra ya que cualquier colono o vecino de este lugar podría adquirirla y legitimarla a través de documentos totalmente legales. También se consolidó el comercio de cabotaje en donde los productos que se obtenían en la península se comerciaban en otras partes del territorio e incluso fuera de él logrando la expansión comercial de forma paulatina.
Bibliografía:
La Formación Del Mercado En Baja California Sur Hasta La Revolución Mexicana - Cristina Ortiz Manzo
es.wikipedia.org
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