Nuestra hermosa península y sus
antiguos pobladores, los Californios, como los llamaron los sacerdotes
jesuitas, tienen grandes secretos que poco a poco han ido desentrañándose,
dejando de manifiesto toda una vasta cultura que se tuvo en estas tierras.
En lo que respecta a las
manifestaciones culturales de los guaycuras, pericúes y cochimíes en torno a
los muertos, los informes que quedaron consignados en los textos jesuitas son
muy escuetos. Sólo mencionan que en estos grupos era usual el entierro de sus
muertos y que en ocasiones los cremaban, pero sólo reservaban esta práctica
para ciertos individuos de importancia para el grupo. También tenían la
creencia que al morir el alma del difunto que había sido “bueno”, iba hacia el
norte, lugar donde había muchas comida. Sin embargo en el caso de que hubiera
sido “malo”, el alma del fallecido viajaba hacia el sur, lugar que era
considerado como desdichado por falta de alimentos. También tenían la creencia
que si un californio mataba un puma, este vendría a vengarse matando a su
cazador. Estos fue todo lo que se puede rescatar de los textos jesuíticos.
Sin embargo desde finales del siglo
XIX y hasta la actualidad, se han sometido a estudio los entierros que se han
encontrado en diferentes parte de la geografía del sur de la península,
encontrándose interesantes evidencias de que existía una compleja cultura
mortuoria entre los Californios y que ha sido re-construida por los antropólogos
y otros científicos que los han estudiado. En la actualidad podemos mencionar
entre este grupo de estudiosos a la japonesa Harumi Fujita, Alfonso
Rosales-López, Martha Alfaro y Leticia Sánchez, todos ellos antropólogos
adscritos al Instituto nacional de Antropología e Historia (INAH).
De acuerdo a los estudios
realizados en más de 61 entierros encontrados en diferentes lugares de la
California entre los que podemos mencionar el Conchalito en La Paz, el Médano,
en Cabo San Lucas, las islas Santa Margarita y Magdalena en Comondú y otros
sitios más, se han revisado las osamentas así como todo lo que la acompañaba; y
a través de la antropología social y la arqueología se han realizado
comparaciones con las prácticas mortuorias de grupos que aún existen o que pudieron
ser documentadas de forma científica y encontrar los puntos de coincidencia a
fin de establecer hipótesis sobre este punto particular de la cultura mortuoria
entre los antiguos Californios.
En primer lugar se ha concluido que
los entierros más antiguos datan de hace aproximadamente 5,500 años. Antes de
esta fecha por lo general el cuerpo de un natural que moría era abandonado en
el sitio mismo donde fallecía. Lo anterior provocaba que los cuerpos fueran
destruidos por la acción del clima y la fauna. Conforme los grupos de
californios fueron permaneciendo largas temporadas en ciertos lugares en donde
les era fácil conseguir alimento y agua, como en el caso de playas o cerca de
ciertas cavernas, fue cuando iniciaron los entierros de sus muertos. La forma
en que preparaban el cuerpo era flexionando sus piernas hasta que los talones
tocaran la cadera y posteriormente envolvían el cuerpo con cuero de venado y lo
ataban fuertemente con cuerdas de ixtle. Posteriormente hacían un hueco en la
arena o en la tierra de aprox. 50 o 60 cms. De profundidad y en el fondo
colocaban una mezcla de ceniza, fragmentos de carbón, de conchas y agua. Sobre
esta mezcla colocaban el cuero y junto con él algunos objetos que pertenecieron
al difunto tales como flechas, su arco, pedernales, bateas, redes, metates,
etc. finalmente el cuerpo era cubierto con el resto de la mezcla y tierra o
arena. También estos entierros se
practicaban en las faltas de los cerros o en cuevas.
La explicación de los entierros era
que los Californios buscaban “proteger” a los difuntos y procurar su descanso
en estos momentos en que se encontraban inmóviles y por lo mismo indefensos.
Además de lo anterior buscaban que el cuerpo se reintegrara a la naturaleza y
así dar vida a los que le rodeaban.
Por lo general estos rituales los
llevaba a cabo el hechicero o curandero del grupo el cual asistía al enfermo
hasta e momento de su deceso. Posteriormente informaba a los familiares de su
muerte y amortajaba al muerto de la forma ya descrita. Mientras tanto los
familiares lanzaban terribles gritos y lloraban por esta persona. Era común que
los dolientes tomaran piedras filosas y se golpearan la cabeza buscando
causarse heridas profundas por las que manaba sangre en abundancia. Finalmente
los hechiceros pedían el cabello del difunto así como el de sus familiares como
pago por sus servicios. Este cabello lo utilizaba para confeccionarse una capa
que formaba parte de su atuendo.
Es probable que el día en que se
llevaba a cabo la ceremonia del entierro el hechicero convocara a los
integrantes de la ranchería y después de un tiempo en que lanzaba grandes
gritos con conjuros o narrando las hazañas del difunto, procedía a sepultarlo.
Mientras tanto los espectadores lloraban, lanzaban terribles lamentos y
probablemente entonaran algunos cánticos y realizaran danzas sencillas para
conmemorar el evento. Al final seguramente se ofrecía alguna comida a los
asistentes.
Existe una teoría que data de unos
30 años a la fecha conocida como el segundo entierro o segundas exequias, la
cual en una futura ocasión daremos a conocer.
Con lo antes narrado espero que
contribuya a ir desterrando esa idea de que nuestros ancestros, los antiguos
californios, no desarrollado nada de cultura, al contrario eran hombres y
mujeres sumamente inteligentes que dejaron un gran legado que apenas estamos
conociendo y del cual debemos sentirnos orgullosos.
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