Autor: Sealtiel Enciso Pérez
A la llegada de los jesuitas a la
California iniciaron de inmediato con la construcción de las Misiones y como
parte central y preponderante de las mismas el levantamiento de los templos o
iglesias. El propósito central de estas singulares estructuras era por un lado
cumplir con la celebración de la liturgia cristiana pero por otro el que fuera
el espacio por excelencia para la conversión de los naturales a la “verdadera
fe”. Conforme estos pueblos misionales fueron creciendo y en ellos se tuvo la oportunidad
de hacerse de suficientes recursos económicos, los templos se fueron
enriqueciendo con pinturas y ornamentos los cuales tenían que ser traídos desde
el centro de la Nueva España. Aquí pasaremos a analizar el hermoso retablo
central de la Iglesia de San Francisco Javier Vigge Biaundó.
En primer lugar es necesario que
definamos algunos términos que por el hecho de ser tan cotidianos en muchas
ocasiones olvidamos su significado. La palabra Templo viene del latín “templum”
que designa “lugar sagrado”. Desde que el ser humano empezó a explicarse su
origen así como el de los fenómenos que apreciaba en la naturaleza trató de
crear sitios, reales o ficticios, en donde morara aquel ente que lo hubiera
creado, motivo por el cual las principales civilizaciones hace milenios han
tenido espacios sagrados o templos en donde rinden culto a sus deidades. En el
caso del cristianismo como depositario de muchas creencias espirituales
antiquísimas, la idea de los Templos subsistió y con el paso de los siglos
estos sitios fueron haciéndose más complejos, llenos de riquezas y sobre todo
cargados de una gran cantidad de símbolos con el fin de explicar los dogmas y
principios de su religión.
Al interior de los templos se
erigieron espacios en los cuales se llevaban a cabo diversos rituales como la
ceremonia de la Misa, los bautismos, los espacios de oración discreta, para
confesión, etc. A partir del siglo XV en la parte frontal de las iglesias se
empezaron a construir unas estructuras denominadas RETABLOS los cuales tenían
el propósito de sintetizar las principales ideas de la religión católica así
como expresar pasajes bíblicos y de la vida del santo al cual estaba consagrado
dicho templo. Conforme a la característica que definió la parte ritualística de
la iglesia católica, los retablos fueron sometidos a un largo proceso de
sistematización tanto en su diseño como en sus símbolos de tal forma que nos
llegaron a la nueva España, a partir del siglo XVI, ya con un aspecto bien
definido el cual era replicado en las diversas iglesias que se construyeron.
En el caso de la iglesia que se
construyó en la Misión de San Francisco Javier de Vigge Biaundó, el sacerdote Miguel
del Barco hizo traer una serie de pinturas y una estructura de madera
previamente diseñada desde el Colegio Jesuita de Tepotzotlán, en lo que hoy es
el estado de México, para que fuera colocada en el altar principal de esta
iglesia. El traslado de este retablo hasta la remontada misión de San Javier
fue toda una odisea que requirió no sólo de muchos días sino de un gran
esfuerzo por parte de los arrieros y soldados ya que los caminos para llegar
desde el centro de la Nueva España hasta las costas de Sonora eran de muy
difícil tránsito además de tener que
sortear su traslado en barco hasta Loreto, con grave riesgo de perderlos ante
una turbonada. Sin embargo el propósito se logró quedando instalados en su
sitio demostrando la gran destreza y maestría de los artesanos que participaron
en ello. Esta instalación se hizo entre los años de 1750 a 1760.
El mencionado retablo fue elaborado
en madera tallada, ensamblada, estofada (recubierta con una fina capa de yeso,
posteriormente cubierta con placas delgadas de oro y finalmente pintadas con
laca para fijar y evitar estar expuestas a las inclemencias del tiempo y el
polvo) y policromada (de diversos colores). Tiene un alto de 9.30 mts. Y un
ancho de 5.9 mts. El estilo bajo el que fue elaborado corresponde al barroco,
presenta imágenes talladas las cuales están pintadas de forma policromada.
Consta de dos cuerpos y un remate y en la parte inferior tiene dos puertas.
Cuenta con 8 óleos: San Miguel Arcángel, San Luis Gonzaga, San Antonio de
Padua, San Joaquín, La Santísima Trinidad, Santa Ana, San José y el niño con la
cruz, la imagen de San Francisco Javier y San Pablo. En el sagrario se aprecia
también una hermosa pintura representando El Sagrado Corazón de Jesús. En los
intersticios de los óleos se aprecia talladas en la madera unas caras de
angelitos además de 4 caras más que al parecer representan a los evangelistas.
Pasaremos a describir brevemente los
óleos que se encuentran en las secciones de esta Retablo: En el Remate apreciamos
en el centro la imagen de San Miguel Arcángel. Podemos observar a un joven el
cual se encuentra parado sobre 3 ángeles. En su cabeza porta una corona y fue
pintado con alas extendidas. La mencionada figura se encuentra envuelta en un
manto rojo el cual por efecto de los claroscuros pareciera como que si
estuviera en movimiento. Porta una espada y una pechera de color azul con
flecos. Su mano izquierda se encuentra elevada a la altura de su cabeza y tras
de ella se aprecia una esfera con la frase latina QUIS UT DEUS (QUIEN COMO
DIOS). Al lado derecho podemos apreciar un óleo representando a San Luis
Gonzaga. Este personaje vivió en los años de 1568 a 1591 en lo que hoy
conocemos como Italia. Era descendiente de personajes nobles sin embargo desde
muy pequeño renunció a sus títulos, ingresó a la orden de los jesuitas y debido
a su dedicación en la atención de los enfermos de peste en Roma fue contagiado
de esta enfermedad y murió a la temprana edad de 23 años. Fue canonizado en
1726. El personaje del óleo está vestido con una sotana y porta el sobrepelliz.
Frente a él y sobre una nube se encuentran 2 ángeles. Se le aprecia con una
corona en la mano derecha y una azucena en la izquierda como símbolo de pureza
y castidad. Finalmente al lado derecho se ve un óleo que representa a San
Antonio de Padua. Este santo vivió de 1195 a 1231, aunque nació en Portugal la
mayor parte de su vida la realizó en Italia. Se ordenó en la orden de los
Franciscanos y fue un gran conocedor de las escrituras de la iglesia además de
un elocuente orador. En esta pintura se le representa de forma frontal, hincada
y con un niño Jesús en los brazos el cual porta una azucena. Se encuentra
cubierto con el hábito franciscano y al estar pintado con pliegues refleja
cierto movimiento. En la parte superior aparecen dos angelitos sobre un hermoso
cielo azul.
El primer cuerpo del retablo nos ilustra
en su parte central a la Santísima Trinidad. En este cuadro aparecen 3 personas
masculinas con idéntica cara los cuales descansan sobre 7 querubines. La figura
central, la cual representa al Padre, porta en su mano un cetro. Los ropajes
blancos dan una sensación de volatilidad a las imágenes. Al lado derecho de
este “cuerpo” se aprecia el óleo con la imagen de San Joaquín, el padre de la
Virgen María. Se dice que San Joaquín estuvo casado por 20 años con la madre de
María y no podían tener hijos hasta que sorpresivamente se le aparece un ángel
el cual le anuncia que ese mismo día su esposa quedaría embarazada. La figura
que se retrata en el óleo se ve a un hombre anciano pero con rasgos muy finos,
de barba blanca. Está vestido con una túnica azul y un manto de color rojo. Los
pies están enfundados en unos calcetines que dejan ver los dedos. En la parte
superior de la pintura, flotando en el aire se ve a 4 angelitos. Del lado
derecho, el óleo restante, representa a Santa Ana, la madre de la Virgen María.
En la imagen se aprecia a una mujer joven, de rasgos muy hermosos y delicados y
de unas palmas de las manos muy blancas. Viste una túnica con un manto rojo. En
la parte superior del cuadro se aprecian 4 caras de angelitos.
En el segundo cuerpo del retablo, en
su centro se aprecia una escultura de madera representando a San Francisco
Javier. Al igual que el resto del retablo está pintado con la técnica del
estofado y policromado. Sobre su cabeza se aprecia un nimbo o aureola de metal
con pedrería. Su altura es de 1.52 mts. Y el ancho es de .62 mts. Esta imagen
fue elaborada con ojos de vidrio y portando una hermosa sotana la cual intenta
recrear estar en movimiento a través de sus pliegues y los claroscuros. Porta
una cruz en su mano izquierda la cual no es la original y se puede leer una
leyenda en su base que dice “Narciso Flores mandó retocar en 1891”. Del lado
izquierdo se aprecia un óleo representando a San José y el Niño con la Cruz. La
imagen de San José carga en su mano izquierda una vara florecida y se encuentra
de pie, a su lado camina un niño cargando una cruz demasiado grande para su
cuerpo. El trabajo de pintura fue muy bien hecho lo cual refleja el gran nivel
en cuanto a este arte que se había alcanzado en la Nueva España. Finalmente del
lado derecho se aprecia el óleo de San Pablo. Este santo era de origen judío
pero por haber nacido en Sicilia se le consideró romano. En un principio
persiguió a los judíos pero tuvo una instantánea conversión lo cual lo
transformó en un apóstol. Fue encarcelado por sus ideas y cuando esperaba su
muerte por decapitación escribió sus famosas Epístolas. Comúnmente se le
representa con una espada en una mano y un libro en la otra. En el caso de este
óleo se le representa como un hombre de edad madura, de abundante cabello y
larga barba. Se encuentra vestido con una túnica y en sus manos una espada y un
libro. Al fondo se dibuja un paisaje plagado de nubes.
Completando este retablo maravilloso,
en la parte inferior se aprecia un sagrario (lugar donde se guarda la Sagrada
Hostia en los Templos) en cuya puerta de madera está pintada la imagen del
Sagrado Corazón de Jesús con la técnica del óleo. El Sagrado Corazón de Jesús
es el símbolo del amor de Dios a los hombres y en donde la cruz que está en la
parte superior del corazón es símbolo de expiación, salvación y redención lo
cual brinda el cristianismo. En el caso de la pintura se aprecia en su parte
central un corazón del cual emerge una cruz y está rodeado de una corona de
espinas. Está rodeado de 8 caritas de ángeles y querubines en “adoración”.
Al interior de este maravilloso
templo podemos apreciar muchas otras maravillosas estructuras litúrgicas pero
eso será motivo de otros artículos. Espero que nuestros lectores al final este
documento se motiven a visitar, seguir indagando y conociendo toda la belleza
que encierran nuestros templos o iglesias ex misionales.
Bibliografía:
·
Las
Misiones De Baja California/The Mission Of Baja California, 1683-1849. Una
reseña histórico – 1957 del Dr. W. Michael Mathes (University of San Francisco)
·
Descripción
e inventarios de las Misiones de Baja California, 1773 - Eligio Moisés Coronado
·
Arte Sacro
en Baja California Sur Siglos XVII – XIX Objetos de culto y documentos –
Bárbara Meyer de Stinglhamber
·
Arquitectura
en el desierto: Misiones Jesuitas En Baja California - Marco Díaz
·
El Camino
Real y Las Misiones De La Península De Baja California - Miguel León Portilla
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