Autor: Sealtiel Enciso Pérez
La primera vez que un colono europeo puso pie sobre la California fue en el año de 1534, sin embargo la estancia de Fortún Jiménez y sus renegados fue efímera y bastante desafortunada. Muchos años después, más de 150, dos hombres emprendieron la conquista de esta tierra insular, sin embargo sus propósitos eran bien distintos. El almirante Atondo buscaba una ruta para encontrar y explotar las riquezas materiales ocultas en estas tierras; Kino, pretendía la conversión de miles de almas de los indígenas que ahí habitaban.
A finales del siglo XVII, se tenía conocimiento que por el Océano Pacífico deambulaba una gran cantidad de barcos de bandera inglesa, con la pretensión de apoderarse de los territorios que mucho tiempo antes había reclamado para sí el imperio español. También se sabía que los cazadores rusos habían llegado a la parte meridional de lo que hoy es E.U.A., explotando los ricos recursos de marsupiales con pieles de gran valor. Aunado a lo anterior la Corona Española buscaba la forma de establecer una ruta donde se pudiera proteger a sus Galeones de Manila de los ataques de los piratas que buscaba apoderarse de sus riquezas y además de ello proveerlos de alimentos y agua fresca para dar asistencia a sus exhaustos pasajeros.
Para conseguir postores que se motivaran para lanzarse a la aventura de conquistar estas tierras, el mismo Rey Carlos II, publicó y difundió entre sus súbditos sendos edictos en los que invitaba a acometer esta empresa. En ese entonces se estilaba que la Corona los proveyera de ciertos recursos como alimentos y herramientas, y el explorador sufragaba los gastos de la construcción de navíos, contratación de personal, completar las herramientas y los alimentos que se necesitaran. La retribución que se obtenía por los aventureros era concesiones para explotar los metales precisos, perlas y demás materias primas por la cantidad suficiente para recuperar su inversión.
Fue el 8 de noviembre de 1678 que el gobernador y capitán general de Sinaloa, el español Isidro de Atondo y Antillón, se presenta ante la Real Hacienda solicitando la conducción de la empresa ya mencionada. Se redacta un convenio en el que se le concede a Antillón los derechos de explotar los yacimientos perlíferos de la región a cambio de establecer un sitio permanente de colonización así como de apoyo al Galeón de Manila. Una vez llegado al acuerdo, se le da el título a Atondo y Antillón, el 29 de diciembre de 1679, como Almirante de las californias. De inmediato solicita para su empresa barcos, tripulación y soldados, herramientas, armas, etc. todo lo necesario para crear una “fortificación” en la tierra a la que viajaría como para emprender viajes de exploración por ella.
Es muy poco probable que la Corona le haya proveído de todo lo que solicitó por lo que de inmediato emprende la construcción de un astillero en el río Sinaloa en un lugar cercano a Guasave. Durante tres años se dedica a construir los barcos “San José y San Francisco Javier” y “Concepción” así como una pequeña fragata las cuales emplearía en esta empresa. Durante este proceso tuvo muchas dificultades debido a las constantes sublevaciones de los indígenas en las tierras de Sinaloa. Se sabe que hasta el año de 1681 fue que la Corona envió órdenes de apoyarlo en la construcción de los barcos y surtiéndolo de mercancías.
Poco antes de que la expedición se hiciera a la mar, los sacerdotes Francisco Eusebio Kino, famoso cosmógrafo, y Matías Goñi, fueron destinados a unirse a las huestes de Isidro de Atondo. Todo un año tuvieron que esperar los sacerdotes para que los preparativos estuvieran finalizados y fue el 17 de enero de 1683, cuando los dos navíos zarparon de Sinaloa rumbo a California. En aquellos años, el rumbo y movilidad de los barcos estaba dictada por los vientos que inflaban sus velas. Durante poco más de 2 meses los barcos estuvieron bordeando las costas de lo que hoy se conoce como Sonora, hasta que finalmente los vientos y la suerte cambiaron. Empezaron a avanzar hasta California a donde llegaron el 1 de abril. El sitio al que arribaron fue al que Hernán Cortés había bautizado como Santa Cruz, y posteriormente Sebastián Vizcaíno como La Paz.
Durante la corta estancia en este sitio se levantó una techumbre rudimentaria que sirviera para guarecerse de la intemperie. Se intentaron algunos cultivos pero lamentablemente la falta de agua hizo que se secaran. Los Sacerdotes Kino y Goñi rebautizaron el lugar como el Real de Nuestra Señora de Guadalupe de Californias. Unas semanas después se dio un sangriento incidente en el cual varios indígenas murieron a manos de los soldados de Isidro de Atondo y tuvieron que salir huyendo del sitio por miedo a las represalias. Durante varios días estuvieron navegando por el Mar Bermejo hacia el norte, llegando a un sitio a los veintiséis grados de latitud en donde desembarcaron e iniciaron su exploración. Esto ocurrió el 6 de octubre.
Dentro de las exploraciones que realizaron, hubo una en donde Atondo y Kino, cruzaron la sierra de la Giganta hasta llegar a la Mar del Sur (Océano Pacífico) pero no encontraron ningún sitio propicio para fundar un asentamiento. Tras meses de buscar la manera de hacerse alimentos y agua potable, los expedicionarios empezaron a desanimarse y pensar en el regreso. Concluyeron que en aquellas tierras estériles no podía haber riquezas que valieran la pena los riesgos de morir de hambre. Sin embargo los sacerdotes Kino, Goñi, así como Copart el cual se les había sumado para ese entonces, insistían que había logrado buenos avances en la conversión de más de un centenar de indígenas de esos sitios los cuales se mostraban dóciles y de fácil aprendizaje de su lengua.
La gente empezó a enfermar y varios murieron de hambre. El Gobernador Isidro de Atondo llamó a un consejo y puso a consideración si permanecían por más tiempo en las Californias o regresaban a Sinaloa. A pesar de la férrea oposición de Kino y sus correligionarios, la mayoría votó por regresar. Incluso en un último esfuerzo el ignaciano Kino pidió que lo dejaran en ese sitio, bajo su propia suerte para proseguir con su labor evangelizadora, pero Atondo ante el temor de verse cuestionado y castigado por abandonar a un sacerdote en este sitio, le negó la petición. Y fue así como el 8 de mayo de 1685, un año, siete meses y dos días de permanecer en este sitio al cual denominaron Real de San Bruno, los colonos lo abandonan. Isidro de Atondo y Kino jamás regresaron a las Californias, sin embargo dejaron abierta la ruta y la inquietud para que menos de 12 años después se fundara el enclave definitivo de la incursión misionera y colonizadora de estas tierras del noroeste novohispano.
Bibliografía:
Historia de la antigua o Baja California – Francisco Xavier Clavijero.
Loreto y los Jesuitas. Los soldados de Loyola en la Antigua California. 1697-1768 – Manuel Lucero
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