JUAN MARÍA DE SALVATIERRA Y VISCONTI, EL GRAN APOSTOL DE LAS CALIFORNIAS





Autor: Sealtiel Enciso Pérez 

La importancia que para Sudcalifornia tiene la figura de este gran hombre es sólo equiparable, e incluso aún mayor, a la que tuvieron en su tiempo los personajes que descansan en la Rotonda de los Sudcalifornianos Ilustres. El nombre de Salvatierra lo podemos encontrar en calles de nuestro estado, hospitales, colegios y escuelas de todos los niveles educativos, nombres de sitios de Taxis e incluso en el año pasado (2017) en todos los documentos oficiales que se expidieran por instancias del Gobierno de Baja California Sur, deberían llevar la leyenda con el nombre de este insigne jesuita.

Pero, cuál fue la obra que realizó este personaje, y qué relación tuvo con la antigua California. Las respuestas se dará a continuación.

Juan María de Salvatierra y Vizconti, nació el 15 de noviembre de 1648. Tuvo el privilegio de nacer en noble cuna, sin embargo desde una edad muy temprana sintió el llamado a profesar los votos religiosos y para ello se enlistó en la Compañía de Jesús en la ciudad de Génova. A la edad de 26 años es enviado a la Nueva España, en donde termina sus estudios sacerdotales y posteriormente se dedica a dar cátedra en un Colegio Jesuita en Puebla.


En el año de 1691, después de haber recorrido las misiones Tarahumaras en Chihuahua, llega a las tierras de lo que hoy se conoce como Sinaloa y Sonora, en donde es contactado por el también Jesuita Eusebio Francisco Kino con el cual traba una gran amistad que duraría hasta su muerte. En sus interminables conversaciones, el Padre Kino le habla de los indígenas que conoció en la hermosa tierra llamada California en un sitio llamado San Bruno. Le decía la tristeza que sitió al tener que abandonarlos por carecer de agua y alimentos para dilatar su estadía en esa tierra, y de la promesa que hizo al Creador de regresar a ese sitio a continuar y extender su misión Evangelizadora. El Sacerdote Salvatierra quedó tan vivamente impresionado con el fervor y el gran amor del padre Kino, que se prometió unirse a su cruzada y no descansar hasta no poner pie en la mítica tierra de California.

Durante 5 años, el padre Salvatierra auxiliado por otros más de su congregación, realizan actividades de convencimiento entre los ricos potentados así como a las autoridades Virreynales de la Nueva España, para que los apoyaran en su misión evangelizadora, y después de muchas penurias y también por qué no decirlo, de éxitos en las donaciones, el 6 de febrero de 1697, el Virrey  José Sarmiento y Valladares, conde de Moctezuma les concede la autorización para que inicien su labor evangelizadora en las tierras conocidas como California.


De inmediato el padre Salvatierra se dirige hacia las costas frente a California y parte hacia este destino el 10 de octubre de 1697, acompañado sólo de 9 leales servidores (5 soldados, 3 indios y 1 sacerdote). Llegaron primero a San Bruno, que fue el sitio al que más de 10 años atrás llegó Kino y sus hombres, sin embargo se dieron cuenta que el agua era muy escasa, por lo que por espacio de varios días estuvieron explorando más lugares por la costa hacia el sur, hasta que el 25 de octubre llegaron a un lugar llamado por los indígenas “Conchó” (que en lengua Cochimí significa “Mangle rojo”) y que al desembarcar fue bautizado con el nombre de “Loreto”, en agradecimiento a la virgen de la cual era devoto el Padre Salvatierra y cuya imagen traía en el barco que los trasladó.


Durante más de 20 años dedicó todos sus esfuerzos a evangelizar y dar el bautismo a miles de indígenas, consolidar más de 8 misiones en diferentes lugares de la geografía de California, entre ellos San Francisco Xavier, Liguí, Los Dolores, San Joseph de Comondú. También fue incansable promotor para conseguir financiamiento para enviar alimento, herramientas, vestido, etc. Hacia sus gentes en la California recién descubierta, a través de las donaciones al “Fondo Piadoso de Las Californias”.


Ya muy cansado y enfermo (padecía del “mal de la piedra” o litiasis renal) fue llamado a presentarse en la capital de la Nueva España para aportar información para un libro que se estaba preparando sobre “Las Californias” para el rey de España. Durante su viaje, contando con 69 años de edad, su estado de salud empeoró y al llegar a la ciudad de Guadalajara ya no pudo proseguir. Sus hermanos Jesuitas le dieron la extremaunción y el 17 de julio de 1717 expiró su último aliento. Sus restos fueron sepultados en La Capilla de la Virgen de Loreto, aquella virgen a la que siempre acudió en los momentos de pruebas y suplicios, de la Catedral de Guadalajara, iglesia que años atrás ayudó a construir.

Por la titánica labor desempeñada por este gran hombre, y a la cual se debe la consolidación del primer enclave colonial permanente en la California, es que se le llama APOSTOL DE LA CALIFORNIA. Su temple, inteligencia y decisión fue lo que ayudó a preservar el legado iniciado por el sacerdote Francisco Eusebio Kino, y por ello que los habitantes de esta tierra, la California Original, a 301 años de su muerte, debemos de tener gratitud permanente para este Jesuita que ayudó a poner la piedra fundamental de la Sudcalifornia que hoy tenemos.

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