NUESTRA SEÑORA DEL PILAR. UNA VIRGEN Y DOS DESTINOS
Autor: Sealtiel Enciso Pérez
Nuestra California del sur es una tierra llena de
tradiciones y de sorpresas. Es cuestión que los historiadores nos dediquemos a
escudriñar los antiguos libros y encontraremos muchas anécdotas dignas de ser
referidas. En este caso vamos a abordar el caso de una virgen, Nuestra Señora
del Pilar, la cual fue patrona de dos misiones cercanas, la de La Paz y la de
Todos Santos.
Corría el mes de noviembre del año de 1720 cuando
una balandra surcaba el golfo de California llevando entre la tripulación a dos
sacerdotes, Jaime Bravo y Juan de Ugarte. Ambos llevaban la encomienda de
fundar en el puerto de La Paz una misión, deseo póstumo que cumplirían al gran
Apóstol de las Californias, Juan María de Salvatierra. El día 2 del mencionado
mes desembarcan en la Bahía y de inmediato ponen manos a la obra e inician el
desmonte del terreno para establecer una capilla. Estas actividades les llevan
varios días hasta que por fin establecen el mencionado sitio en una de las
lomas cercanas a la playa y donde se encontraba mejor surtida tanto por agua
como protegida de los posibles embates que tuvieran por los Guaycuras que
habitaban el lugar. Ya para principios
de diciembre por fin arriba al sitio el sacerdote Clemente Guillén el cual
había pasado 23 días en la peor de las expediciones que realizaría durante su
vida. Este sacerdote partió del poblado de San Juan Bautista Malibal-Ligüí hacia
este puerto de La Paz, pero la ruta la trazó por una de las zonas montañosas
más peligrosas y difíciles de transitar, de tal forma que fue toda una hazaña y
un milagro el que hubiera llegado con vida.
Una vez realizada la fundación de esta misión, la
cual fue consagrada a la virgen del Pilar, a instancias de su principal
benefactor que aportó el dinero suficiente para iniciar su construcción, el
Marqués de Villapuente de la Peña. El sacerdote bajo cuyo tutelaje quedó el
sitio fue el padre Jaime Bravo el cual por espacio de 8 años (de 1720 a 1728)
cuidó del lugar y levantó una capilla endeble con los materiales que pudo
conseguir en el lugar. En el año de 1728 el padre Bravo se retira del lugar
hacia Loreto y durante 2 años queda abandonado, hasta la llegada del sacerdote
William Gordon en 1830. Este sacerdote continúa su labor evangelizadora entre
los Guaycuras hasta que en el año de 1734 ocurre la gran rebelión de los
pericúes la cual fue secundada por los Guaycuras y que incluso llegó a poblados
tan distantes como San Ignacio Kadakaamán y San Francisco Javier de Vigge
Biaundó.
Durante los dos años que duró la rebelión de los
Californios nadie se hace cargo del sitio hasta que en 1736, una vez conjurada
esta rebelión, es destinado a este sitio el sacerdote Segismundo Taraval.
Durante los siguientes años este sacerdote reanuda la catequización de los
nativos sin embargo fueron años muy difíciles debido a las sequías prolongadas
que afectaban la agricultura y al poco ganado del que disponían, a las epidemias
que costaron la vida de muchos californios y a la carencia de agua. Fue hasta
el año de 1749 que la Misión de Nuestra Señora del Pilar de La Paz Airapí es
abandonada definitivamente y sus pocos catecúmenos así como la virgen y sus
ornamentos son llevados a la capilla de visita que se había dispuesto en Todos
Santos.
Originalmente la que ahora se levantaba como la
Misión de Todos Satos había sido una “visita” fundada por el padre jesuita
Jaime Bravo para cultivar alimentos y enviarlos a la Misión de nuestra señora
del Pilar de La Paz. De los años de 1724
a 1726 esta visita estuvo a cargo del sacerdote Lorenzo Carranco hasta que la
abandonó para trasladarse a la Misión de Santiago de Los Coras. Fue en el año
de 1733 que se comisiona al sacerdote Segismundo Taraval para que funde la
Misión en este sitio y que llevaría por nombre Santa Rosa (de la ensenada) de
las Palmas. La razón de este nombre fue porque la benefactora que dotó los
fondos para crearla llevaba el nombre de Rosa de la Peña y Rueda. Al año
siguiente estalla la rebelión de los Pericúes y la misión es abandonada.
En el año de 1749, cuando la Misión de La Paz hubo
de ser abandonada por los sucesos que ya mencionamos, sus escasos catecúmenos,
ornamentos y la imagen de la virgen del Pilar se concentran en la misión de
Todos Santos. Con el paso del tiempo las epidemias fueron incrementando su
magnitud hasta que prácticamente todos los pobladores nativos murieron y debido
a la dificultad que había de que los pocos sobrevivientes pudieran sostenerse
fueron distribuidos en la Misión de Santiago de Los Coras Añiñí.
A mediados del siglo XIX la misión tuvo que cerrar
sus puertas debido a la escasa cantidad de habitantes del poblado así como a la
carencia de sacerdote permanente. Fue hasta las primeras décadas del siglo XX
que empieza a repuntar la actividad económica en este sitio y la cantidad de
habitantes aumenta. Es entonces cuando el templo reabre sus puertas pero ya con
el nombre de Nuestra Señora del Pilar de Todos Santos, con el cual se le conoce
en la actualidad. Todos los días 12 de octubre los habitantes del lugar se
congregan ante las imágenes de Nuestra Señora del Pilar que se encuentran
distribuidas en el poblado de Todos Santos y le cantan las “Mañanitas” así como
agradecen los favores concedidos.
Hermosas páginas escritas con el romance de un
tiempo ya ido pero que nos recuerda los orígenes de esta bella tierra y que
debe ser recordado y celebrado como una muestra de la identidad de los
sudcalifornianos.
Bibliografía:
LAS MISIONES DE BAJA CALIFORNIA/THE MISSION OF BAJA
CALIFORNIA, 1683-1849. Una reseña histórico-fotográfica. – W. Michael Mathes
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