Autor:
Sealtiel Enciso Pérez
Baja
California Sur, en la actualidad, es una tierra que goza de una tranquilidad y
progreso envidiable. Sus habitantes disfrutamos de oportunidades de desarrollo
tanto en el campo laboral como en el de los estudios que difícilmente se tienen
en otras partes de la geografía mexicana. Sin embargo esto no siempre fue así,
el gozar de estos frutos fue producto del esfuerzo y tesón de sus habitantes
así como el arrostrar peligros y pagar su cuota de sangre cuando las
circunstancias así lo necesitaron.
Uno
de los sucesos más lamentables que ocurrió en el devenir histórico de nuestra
península sucedió durante la injusta guerra de invasión que llevó a cabo el
ejército de los Estados Unidos de América sobre nuestra nación, la cual apenas
26 años antes había alcanzado su independencia del Imperio Español y, aún
cargaba con las pesadas cadenas de luchas intestinas y una economía incipiente
y malograda por los efectos de casi una decena de años en batallas. Lo anterior
lo supieron capitalizar los yankees al promover una lucha injusta y desigual
que desembocó en la pérdida de más de la mitad del territorio que nos fue
heredado tras la lucha independentista. Fueron tiempos aciagos y muy difíciles,
sin embargo es en esos momentos en que salen a relucir los temperamentos
heroicos de los grandes patriotas, tal fue el caso del Sr. Mauricio Castro
Cota, el cual no dudó un solo instante en organizar la resistencia de los
sudcalifornianos que no deseaban verse bajo el yugo opresor de una fuerza extranjera.
Castro
Cota nació en el pueblo de San José del Cabo el 22 de septiembre de 1806. Poco
se sabe sobre su infancia y juventud, sin embargo es muy probable que la haya
vivido en la apacible tranquilidad de su pueblo natal, correteando entre las
grandes huertas de mangos y naranjas; y ya en sus años de juventud ayudando a
su familia en las labores del campo, las cuales combinó con sus estudios. De
acuerdo a documentos que se encuentran en el Archivo Histórico “Pablo L.
Martínez” del Gobierno del Estado de Baja California Sur, en el año de 1847,
Mauricio Castro se encontraba desempeñando el cargo de Primer Vocal de la
Diputación Territorial de Baja California. Lo anterior nos hace suponer que era
un ciudadano que se había destacado por su positivo desempeño cívico e
inteligencia y era reconocido por los ciudadanos prominentes de este territorio
como para elegirlo como su representante dentro de una de las Mayores
Investiduras con las que se había dotado a nuestras tierras de California.
Debido
a los funestos sucesos ocurridos en Texas, el gobierno yankee declaró la guerra
a nuestra joven nación el 14 de septiembre de 1846, pero fue hasta la primavera
del año siguiente que iniciaron acciones de invasión hacia la Baja California.
Por mar llegó una escuadra de barcos al mando del comodoro William Shubrick, la
cual conducía un contingente de más de 300 soldados que tomaron posiciones en
los poblados de La Paz, San José del Cabo,
Cabo San Lucas y Loreto. En aquel entonces el gobierno del Distrito Sur
de la Baja California estaba en manos del jefe político Francisco Palacios
Miranda, el cual atemorizado por la fuerza destacamentada por el ejército invasor
se apresuró a declarar al territorio bajo su mando como “neutral”, prohibiendo
realizar cualquier acción de defensa del territorio. Es importante mencionar
que esta decisión fue respaldada por varios grupos de comerciantes y
aristócratas que vivían en La Paz y otras importantes cabeceras de los
Municipios del Distrito de Baja California los cuales vieron la oportunidad de
una probable anexión de estas tierras al país del Norte y con ello ver
incrementadas sus fortunas.
Sin
embargo el sentir de los rancheros, de los trabajadores de las fábricas, de las
huertas, los marineros, los trabajadores de los trapiches, es decir, de la
mayoría de los habitantes de esta California indómita, no era el mismo. Los
Californianos de pura estirpe se sentían lastimados en sus sentimientos de
libertad y soberanía y no dudaron ni un momento en unirse para ofrecerle
resistencia a uno de los ejércitos más poderos del mundo. Fue en esos momentos
que surge la necesidad de investir a un sudcaliforniano para que comande las fuerzas
en rebeldía, y el candidato natural fue el Señor Mauricio Castro Cota, el cual
sin dudarlo, sin temor a arrostrar la muerte o la cárcel, tomó la bandera de la
libertad que en esos momentos le entregaban las fuerzas insurgentes de la media
península. Fue el 15 de febrero de 1847, en una reunión realizada en la
clandestinidad, en el poblado de Santa Anita, cerca del pueblo que vio nacer a
este héroe, que se le dio posesión del cargo ya mencionado. Al recibir este
grande honor, Mauricio Castro pronunció esta frase que fue su divisa durante la
lucha de resistencia que encabezó: “Estos pueblos han decido unirse a sus
ruinas, antes de aceptar el yugo extranjero”.
De
inmediato empezó a organizar a grupos rebeldes, integrados en su mayoría por
“venaderos” de los ranchos del sur de la California, los cuales a través de la
guerra de guerrillas causaron una gran cantidad de bajas al ejército invasor y
a lo menos, el incomodarlos frecuentemente ya que los mantenían en zozobra sin
saber en qué momento o lugar recibirían una bala que les cegaría la vida.
Mauricio Castro se mantuvo en comunicación con los comandantes de los ejércitos
que sostenían la soberanía de nuestra nación luchando en otros puntos de la
geografía nacional. A través de esta correspondencia fue enterado que el
Capitán Manuel Pineda Muñoz llegaría a nuestras tierras a conformar un ejército
para seguir haciendo frente a los invasores.
Bajo
el mando de Mauricio Castro, el Cap. Manuel Pineda logró vencer al ejército
yankee en el poblado de Mulegé, siendo la única victoria lograda por el
ejército mexicano en el Noroeste del País. Posteriormente se reunieron ambos en
el poblado de San Antonio en donde continuaron integrando un contingente, el
cual alcanzó la cantidad de 500 combatientes, mismos con los que organizó el
ataque a la fuerza invasora en el poblado de La Paz en los días 16 y 17 de
noviembre de 1847, y posteriormente se trasladaron a San José del Cabo para
tratar de capturar este importante bastión. Los combates fueron cruentos
durante los días del 18 al 20 de noviembre. Lamentablemente este último día es
herido mortalmente el Cap. José Antonio Mijares el cual fallece el día
siguiente. A partir de esa fecha se refuerza el cerco que establece el ejército
yankee sobre los rebeldes hasta que a finales de ese año caen presos Mauricio
Castro y Manuel Pineda con lo que cesa la lucha de resistencia.
A
pesar de que en el mes de febrero de 1848 se firma el acuerdo de rendición del
ejército mexicano con los estadounidenses, éstos últimos permanecen durante varios
meses en los puertos de Baja California tal vez esperando que en un golpe de
suerte el gobierno mexicano ceda estos territorios y ellos puedan tomarlos como
botín de esta cobarde y desigual invasión que llevaron a cabo. Afortunadamente
para mediados de ese año, el ejército yankee abandona nuestras tierras
llevándose consigo más de 300 familias de sudcalifornianos traidores que los
apoyaron durante todo el tiempo que invadieron nuestras tierras y que ante el
temor de ser enjuiciados una vez que no tuvieran la protección de los
invasores, prefirieron salir huyendo bajo la bandera de las barras y las
estrellas.
Una
vez en libertad, el Señor Mauricio Castro Cota regresa a sus ocupaciones
cotidianas y a hacerse cargo de su rancho San Vicente, cercano a San José del
Cabo. 17 años después, en 1865, cuando se encontraba desempeñando el cargo de
Diputado de la Asamblea Legislativa cuya función era la de coadyuvar en la
correcta administración del la península Bajacaliforniana, de la cual el Señor
Félix Gibert era su jefe político, se tuvo conocimiento que el ejército invasor
francés se encontraba ya en el estado de Sinaloa y que era inminente que en cualquier momento se decidiera a cruzar
el Golfo de California e iniciar la invasión de esta península. Ante esta
alarmante noticia el Sr. Gibert citó de forma urgente y extraordinaria a los
integrantes de la Asamblea con el propósito de analizar las posibilidades de
éxito que tendría el organizar una defensa del territorio. Varios diputados
exigieron al jefe político que iniciara, con los recursos que se tuvieran, las
acciones de defensa y que destituyera al jefe de Hacienda por considerarlo que
hacía un manejo inadecuado de los recursos. El Sr. Mauricio Castro y otros
diputados se opusieron a tal decisión aduciendo que no existían elementos para
sostener la acusación y además que la asamblea no tenía estas atribuciones.
Mientras
esto ocurría el Sr. Félix Gibert negociaba con el representante que había
designado el gobierno usurpador de Maximiliano de Habsburgo para nuestro
territorio, el Sr. Rafael Espinoza y, le solicitó que le enviara toda la
documentación necesaria para la adhesión de nuestro territorio al Imperio y que
la Asamblea Legislativa, los Ayuntamientos y el Tribunal Superior de Justicia
las analizaran y en su caso decidieran el rumbo a tomar. Al final, la mayoría
de los consultados decidieron firmar los documentos de adhesión pero dejando
firmemente asentado en un Acta que estaban convencidos de sus sentimientos
claramente a favor de la República pero en aras de no provocar un derramamiento
inútil de sangre Californiana ante un ejército mejor armado, mejor entrenado y
más numeroso, se veían ante la grave decisión de reconocer a la autoridad del
imperio francés. Es necesario hacer constar que hubo diputados como Manuel
Navarro y Tirso Hidalgo que se declararon en franco desacuerdo y rebeldía, y
convocaron a los ciudadanos a levantarse en armas ante la probable invasión del
ejército Monárquico.
Fue en
el mes de octubre de 1865 que Rafael Espinoza llegó a La Paz buscando junto con
su aliado Félix Gibert el convencer a todos los representantes populares de la
firma de estos Exhortos de Adhesión al imperio, sin embargo los diputados
disidentes conformaron una contraofensiva armada la cual hizo huir
apresuradamente del territorio a ambos políticos entreguistas. Meses después la
Asamblea Legislativa elije al Sr. Antonio Pedrín como jefe político y de
inmediato emite una valiente negativa a las fuerzas de Maximiliano para
reconocerlo como Gobierno legítimo de la nación. Pasaron meses de grandes
zozobras sin saber si ocurriría la tan anunciada invasión, hasta que en febrero de 1866 llega la tan anhelada noticia
de que el ejército francés huía en franca retirada tras la reconquista de los
territorios por el ejército de la República.
Considero
que la actuación de Mauricio Castro Cota en esta situación tan comprometida y
azarosa buscaba el bien común de los Bajacalifornianos y en ningún momento
cruzó por su mente el deseo de apoyar a un gobierno extranjero por encima de la
República Legítima que representaba el presidente Juárez. Eran momentos
difíciles en donde había una ausencia casi total de armas, municiones y
personal que pudiera hacer frente a una probable invasión de un ejército bien
pertrechado y adiestrado en las artes de la guerra. Hay decisiones que se deben
de tomar sin pensar en la incomprensión de las generaciones venideras o en el
inexorable fallo de la historia.
Con
la tranquilidad de haber servido a su patria y a su tierra natal y contando con
el afecto y reconocimiento de todos sus conciudadanos, fallece el 11 de junio
de 1879 a la edad de 76 años.
Los
grandes hombres como Mauricio Castro Cota, son como las carretas que van cargadas,
no hacen ruido. Las ruidosas son aquellas que van vacías y que para hacerse oír
hacen alharaca y escándalo sin darse cuenta que eso los delata y los afrenta.
Sirva este espacio para hacer un llamado al pueblo y al gobierno y que se
rescate de las sombras y del olvido a este gran prohombre sudcaliforniano. Hago
eco del Grupo “Raíces de Los Cabos”, los cuales el 19 de abril del presente año
solicitaron al representante del Gobierno del Estado de B.C.S. en el Municipio
de Los Cabos, el reinhumar los restos de este gran patriota en la Rotonda de
los Sudcalifornianos Ilustres. Mauricio Castro, con su vida, sus obras y su
ejemplo ha pagado su derecho para poder reposar entre estos grandes hombres y
mujeres de la California del Sur
Bibliografía:
Historia
de la Baja California - Pablo Leocadio Martínez Márquez
Guía
Familiar de Baja California 1700-1900 - Pablo Leocadio Martínez Márquez
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