Autor: Sealtiel Enciso Pérez
La ciudad de La Paz, ha sido
escenario de innumerables sucesos y sede de la visita de grandes artistas,
cantantes, políticos, comerciantes. Los habitantes del puerto somos proclives
al disfrute de las bellas artes y siempre estamos dispuestos a abrir nuestros
corazones y mentes ante los espectáculos que se presentan. Tal fue la
extraordinaria ocasión en el año de 1883 cuando la soprano mexicana de fama
mundial, Ángela Peralta Castera, conocida como “El ruiseñor mexicano”, ofreció
un memorable concierto.
Con tan sólo 38 años de
edad, María de los Ángeles Manuela Tranquilina Cirila Efrena Peralta Castera, conocida
con el nombre artístico de Ángela Peralta, había conquistado los escenarios
reservados para la crema y nata de los exponentes del bel canto, no solamente
en su propio país, sino en Europa e incluso Alejandría en Egipto. Cantó ante
los mejores compositores y maestros de voz de aquellos países, y calificaron su
voz “como exquisita, de una dulzura
extrema y de una afinación espléndida, que puede competir con la de cualquier
diva europea”. Los críticos de espectáculos operísticos la lisonjeaban y se
deshacían en elogios por su gran voz y maravillosa calidad interpretativa. Se
cuenta que el mismo Papa Pío IX al escucharla en una de sus presentaciones, dijo:
“Así se canta en el paraíso, ya puedo morir tranquilo porque ya conocí como
cantan los ángeles en los dinteles de la gloria”.
Es conocido también el
episodio en que fue convocada por la emperatriz Carlota, esposa de Maximiliano
I, para que cantara en el Teatro imperial Mexicano y tras escucharla, la misma
emperatriz, llena de emoción ante su hermosa voz le regaló un hermoso brazalete
que portaba, en medio de los aplausos de los asistentes. Fuera del edificio, en
la calle, se había reunido una gran multitud que escuchó al “ruiseñor mexicano”
y le aplaudía frenéticamente vitoreando su nombre. Es importante hacer la
acotación que a pesar de haber desempeñado su talento artístico frente a los
que encabezaban la invasión militar que estaba sufriendo nuestro país, Ángela
Peralta jamás comulgó con las ideas imperialistas que ellos traían. En su
cuerpo corría la sangre de liberales, como lo fue su padre, el cual peleó
valerosamente durante la invasión estadounidense, por la soberanía de su país.
En el año de 1883 viajó por
el norte de la República mexicana. Se presentó en Querétaro, Celaya,
Aguascalientes, Zacatecas, Guanajuato, San Luis Potosí y Morelia, en el Teatro
Progreso de Monterrey, en Saltillo y Durango. En el mes de agosto viaja con
toda su compañía de ópera, integrada por 80 personas, a este puerto de La Paz
en donde ofrece un recital en la Casa de Gobierno. En ese entonces no se
contaba con un teatro ni con otra estructura semejante en la ciudad de La Paz,
que diera las facilidades para ofrecer un espectáculo de este nivel. La noche
del estreno acudieron al sitio mencionado las familias acaudaladas entre las
que se contaban las de apellido Ruffo, Navarro, González, Hidalgo, Cornejo,
entre otras. El espectáculo fue todo un éxito y, mientras dentro de las instalaciones
de la Casa de Gobierno, “el ruiseñor mexicano” era ovacionado; fuera, en la
calle y en la plazuela (Jardín Velasco) la multitud que ahí se había
congregado, el pueblo que no había podido pagar la costosa entrada para verla,
también se desvivía en aplausos y felicitaciones.
Se cuenta, a manera de
anécdota, que fue tanto el barullo que se armó fuera del edificio, que Ángela
Peralta, conmovida ante estas muestras de cariño por el pueblo paceño, que al
salir del lugar de la presentación se dirigió al kiosco de madera que estaba en
el centro de la plazuela y desde ahí cantó varias de las óperas que le habían
dado fama y prestigio mundial. Los habitantes del pueblo la escucharon con
profundo y respetuoso silencio, y al finalizar le tributaron aplausos y loas
por varios minutos. Fue una noche que jamás olvidarán los espectadores y la
soprano.
Posteriormente Ángela
Peralta y su compañía se embarcaron en el vapor “Newbern” hacia el puerto de
Mazatlán para continuar con sus presentaciones. Lejos estaban de imaginar que
días antes, procedentes de San Blás, habían llegado a ese puerto dos barcos, en
los que sus pasajeros estaban contagiados de la peligrosa “fiebre amarilla”. De
inmediato los efectos de esta terrible peste se hicieron sentir en la ciudad y
no hubo casa en Mazatlán que no tuviera a uno de sus integrantes enfermos. Al
llegar Ángela Peralta y el personal de su compañía al puerto empezaron a sentir
los estragos de este virulento mal, de tal forma que en menos de 8 días habían
muerto 25, entre ellos el director de escena, el señor Bellotti y el maestro
director Chávez Aparicio.
Nuestro Ruiseñor, también
sucumbió a los estragos de la fiebre amarilla. Para la noche del 30 de agosto
de 1883 se encontraba ya muy mal, por lo que solicitó la presencia de un sacerdote
para que la uniera en matrimonio con la persona que durante los últimos años
había sido su pareja sentimental, Julián Montiel. A las 10:30 de la noche,
Ángela Peralta exhaló su último suspiro. Sus restos mortales fueron sepultados
en el panteón de Mazatlán, pero por iniciativa promovida por el Sr. Rafael
Martínez, en el año de 1937 fueron trasladados a la ciudad de México al Panteón
de Dolores, en donde descansan en una tumba de La Rotonda de los Personajes
Ilustres.
A veces salgo a caminar por
el centro de la ciudad, en la noche, cuando el murmullo del tránsito de los
automóviles y el chacoteo de los transeúntes se ha acallado, y al pasar por la
centenaria Plazuela me parece escuchar en la lejanía aquellas últimas canciones
con las que deleitó al público paceño, “el ángel de voz y de nombre”, “el
ruiseñor mexicano”, la inmortal Ángela Peralta.
Bibliografía:
es.wikipedia.org
colectivopericu.net
cabovision.tv
eluniversal.com.mx
noroeste.com.mx
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