Autor: Sealtiel Enciso Pérez
África
siempre se ha caracterizado por ser una nación con inmensas selvas y sabanas en
donde abundan animales icónicos como leones, cebras, elefantes. Incluso se ha
llegado a afirmar que este continente, uno de los más extensos sobre la tierra,
fue la cuna de la humanidad. Lamentablemente esta hermosa tierra también se
caracteriza por tribus de gente pasional y bárbara que suele dirimir sus
diferencias asesinando al contrincante por pretextos tan banales como
diferencias políticas, clasistas e incluso sexuales. Únicamente analizando la
historia de estos pueblos y naciones puede uno comprender los espantosos
sucesos que ocurrieron en el año de 1994 y que ocasionaron la muerte de manera
violenta de por lo menos 800,000 seres humanos.
La República
de Ruanda es un país que se encuentra situado en la parte centro-oriental del
continente africano. Está rodeada por los países de Uganda, Burundi, la
República Democrática del Congo y Tanzania. Sus principales atractivos son las
selvas y las miles de colinas que componen su orografía entre las cuales
habitan los famosos gorilas lomo plateado. La mayoría de la gente vive de la
agricultura y del turismo y a partir de la primera década del año 2000
empezaron a explotar la minería. Los asentamientos masivos de población en esta
región se dieron a partir del siglo X en donde la mayoría de las personas se
dedicaron a la explotación de las amplias zonas de cultivo. Sólo la décima
parte de la población se dedicó a la ganadería. Con el tiempo empezó a surgir
una división natural entre estos grupos los cuales se denominaron como Hutus
(agricultores) y tutsis (los ganaderos).
Lamentablemente
con la llegada de las potencias europeas a esta región del continente, Alemania
a finales del siglo XIX, y los belgas a partir de los años 30´s del siglo XX,
empezaron a fomentar y ahondar las diferencias entre estos grupos introduciendo
un carnet de identidad en el que obligatoriamente referenciaban a qué grupo
étnico pertenecía la persona, incluso se establecieron las “casta sociales” en
donde los tutsis, que era una minoría, mas sin embargo concentraba la mayor
parte del poder económico, resultaron los más favorecidos y privilegiados, y
los hutus, que conformaban el 80% del total de la población del país fueron
relegados a los puestos de menor nivel dentro del gobierno e incluso con el
menor acceso a servicios de salud y educación. Ni siquiera los grandes
movimientos políticos y sociales que se dieron en la geografía del continente
africano como producto de la segunda guerra mundial lograron cerrar estas
heridas, antes las acrecentaron y exaltaron hasta niveles peligrosos para la
integridad de sus habitantes.
A partir del
año de 1961 en que se declara la independencia del país y se conforma la
República de Ruanda se empezó a buscar la forma de establecer un gobierno, pero
lamentablemente ambos grupos se peleaban la dirigencia y deseo de acaparar la
mayoría en el mismo. Los tutsi, los cuales habían sido privilegiados por muchos
años con el poder empezaron acciones de desacreditación sobre sus adversarios.
Por su parte los hutus, cansados de más de medio siglo de segregación y
vejaciones vieron la oportunidad de empoderarse y dirigir los destinos de su
país, un país en el cual formaban casi la totalidad de sus habitantes. Ambos
grupos se integraron en partidos políticos los cuales exhibían constantes
proclamas radicales en las cuales proclamaban el aniquilamiento de los
contrincantes como una forma de conseguir la paz y consolidar el estado que
anhelaban.
Durante el
año de 1961 se dieron desórdenes dentro del país que culminaron con la muerte
de cerca de 20,000 habitantes. La mayoría de las víctimas pertenecían a la
etnia de los Hutus. Con la consolidación del nuevo gobierno, bajo las órdenes
de Grégoire Kayibanda, empezó una era de desarrollo, sin embargo la minoría
tutsi al verse desplazada del poder prefirió emigrar hacia los países aledaños
y desde estos sitios realizaban incursiones de hostigamiento y asesinato de
ciudadanos hutus. Durante la década de los 60´s este tipo de acciones violentas
fueron incrementándose hasta que en el año de 1972 se produjeron terribles
matanzas de hutus a manos de los tutsis en el país de Burundi, según cálculos
de la ONU la cantidad de muertos ascendió a 350,000. Al conocerse estas
lamentables noticias los ciudadanos hutus dentro de Ruanda derrocaron al
presidente y nombran a un general hutu de nombre Habyarimana para que
redefiniera su política interior y forzara la implementación de mejores y
mayores oportunidades para esta etnia.
Durante los
siguientes años de la década de los 70´s y 80´s hubo una paz al interior de
Ruanda y una estabilidad política y económica que les permitió progresar en
cuanto a los servicios públicos hacia la ciudadanía. El país se convirtió en
una potencia en la producción de café el cual se consolidó en su principal
fuente de divisas. Sin embargo esos años fueron de gran volatilidad en el
mercado del café y el precio del mismo disminuyó hasta en un 50 %. Esta
condición vino a crear severos problemas de pobreza entre los ciudadanos de Ruanda
y resurgieron los odios y enconos entre tutsis y hutus culpándose unos a otros
del estado en que se encontraba el país en esos momentos.
La chispa
que detonó el barril de pólvora en que se había convertido esta región fue el
asesinato del general Juvénal Habyarimana (6 de abril de 1994), presidente aún,
a manos de integrantes de los tutsis. Su avión fue derribado con un misil
cuando se disponía a aterrizar en la capital del país. Este asesinato fue
considerado por los hutus como el deseo manifiesto de los tutsis por volver a llevarlos
a una situación de esclavismo y sumisión como estuvieron hasta hace pocos años,
cosa que no estaban dispuestos a aceptar. Durante los siguientes 4 meses se
desataron matanzas en todas partes del país,
la mayoría se ejecutaron con armas blancas entre las que el machete era
la preferida. Se calcula que aproximadamente 800,000 personas perdieron la
vida, miles de mujeres violadas y más de 5,000 niños, producto de esas
violaciones, fueron también asesinados.
El odio
guardado por decenas de años entre estas etnias explotó de una forma brutal y
aterradora. La mayor parte de los muertos pertenecían a la etnia de los tutsi
llegando a ser aniquilados casi en su totalidad. Era tanta la rabia contra este
grupo que las milicias de asesinos hutus extendían sus masacres hacia aquellos
integrantes de su propia etnia que sostenían posturas moderadas o que
simplemente ayudaban a personas tutsis que deseaban esconderse de esta
barbarie. Existen películas que se basan en testimonios de personas que
vivieron en carne propia estos episodios y que relatan con toda crudeza las
visiones apocalípticas que pudieron apreciar de primera mano en esa época en
aquel país. Algunos de estas cintas son: Hotel Rwanda, Disparando a perros,
Sometimes in April, 100 Days, Flores de Ruanda, Shake Hands with the Devil: The
Journey of Roméo Dallaire, El día que Dios se fue de viaje (Le jour où Dieu est
parti en voyage), Los 100 días que no conmovieron al mundo y Los pájaros cantan
en Kigali.
Algo que
llamó la atención del mundo fue la pasividad e indolencia con la que se
comportaron los países que siempre se han erigido como los policías del orbe y
que imponen sus decisiones por encima de la autodeterminación de las naciones,
me refiero a los Estados Unidos de América y Rusia, así como sus países
satélites. Tal vez la razón de ello fue que Ruanda no era un país con grandes
yacimientos de petróleo o con minas repletas de diamantes o uranio de la cual
pudieran obtener pingües ganancias. Las organizaciones como la ONU y las
Iglesias como la Católica y Musualmana, las más extendidas en todo el mundo,
también demostraron su ineficacia y desinterés ante el genocidio que se
perpetraba en este país. Sus posturas mojigatas y tibias sólo manifestaron una
vez más el servilismo hacia los intereses de los países que les dan cobijo y
las patrocinan.
Esta fúnebre
fecha debe ser recordada por toda la humanidad, meditada y tratada como algo
que jamás debe de repetirse. Es un llamado a los países del mundo a hermanarse
y buscar soluciones pacíficas en aquellas regiones del mundo donde existen
graves desigualdades, o como en Ruanda, hondos abismos de incomprensión y odio
entre los habitantes que los conforman. Jamás el dinero o la codicia debe
quedar por encima de la vida humana, y es por ello que la tragedia del 6 de
abril de 1994 nos llama a una profunda reflexión de las instituciones
religiosas y políticas.
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