Estatua de Sebastián Vizcaíno
Autor Sealtiel Enciso Pérez
Por demás interesante resulta la descripción de los viajes que realizó Sebastián Vizcaíno a la península de California. En este caso transcribiremos el relato que aparece en el libro "A la diestra mano de las Indias" del escritor Ignacio del Río Chávez sobre un segundo viaje que realizó el explorador en el año de 1602 a la California.
"Vizcaíno era de los que creían que el rostro amable de la California estaba todavía por conocerse, que había que buscarlo y que era menester no retardar esa pesquisa. Las autoridades gubernamentales estuvieron totalmente de acuerdo en cuanto a la necesidad que habla de realizar un nuevo viaje al país californiano, pero, pese al optimista panorama pintado por el navegante, no apoyaron por lo pronto el plan de colonización.
Aunque por múltiples razones interesaba lograr el arraigo de una colonia en aquellas latitudes, se pensó que no era el poblamiento sino la exploración geográfica lo que primero debía ser impulsado para disminuir los riesgos de agregar un fracaso más a los que se habían sucedido desde el descubrimiento de California. Como lo más urgente era la protección de la ruta del galeón de Filipinas, y dado que aún no se había reconocido de un modo exhaustivo el litoral exterior, decidieron el rey y sus funcionarios virreinales que el viaje se hiciera por la costa del Pacifico para averiguar en definitiva las posibilidades que había de fundar en esa parte del continente un puesto de avanzada que lo mismo sirviera para socorrer a los viajeros de Filipinas que para impedir que los ingleses aprovecharan la indefensión de la zona para adueñarse de ella antes que los españoles.
Se determinó, así, encargar a Vizcaíno el mando de una expedición que tendría por objeto demarcar los puertos, bahías y ensenadas que hubiese desde el cabo de San Lucas hasta el Mendocino, según se estableció en las precisas instrucciones giradas al efecto por el virrey Gaspar de Zúñiga el 18 de marzo de 1602.28 En ellas se observa que la autoridad pública había decidido excluir de esta empresa los intereses personales de lucro, que eran por lo general el mayor incentivo de los expedicionarios. Por cuanto que no se trataba sino de recoger toda la información posible acerca de las costas del litoral californiano del Pacifico, se previno a Vizcaino y los demás capitanes de no mandar ni consentir que la gente entrara "tierra adentro en busca de indios" porque no era ése "el negocio e intento principal". En el instructivo formado por el virrey se puntualizaron en detalle el derrotero, las observaciones que debían hacerse y la manera en que habría de deliberar un consejo formado por capitanes, pilotos y cosmógrafos, en cuyo seno se adoptarían todas las decisiones que revistieran importancia.
La flota fue preparada y, bajo el mando general de Vizcaíno, que llevaba titulo de almirante, zarpó de Acapulco el 5 de mayo de 1602, llevando lo necesario para un largo viaje en el que no habría oportunidad de reabastecerse. Iban la nao capitana San Diego, la almiranta Santo Tomás, la fragata Tres Reyes y un "barco luengo"' 29 con una tripulación total de unos doscientos hombres, entre los que se contaban tres carmelitas descalzos, a uno de los cuales, fray Antonio de la Ascensión, que obraba como cosmógrafo, se deben varias relaciones con pormenores del viaje.
En San Lucas quedó el barco luengo y más adelante se dispuso el regreso de la almiranta; pero la capitana y la fragata continuaron recorriendo poco a poco la ruta prefijada. A bordo de estas dos naves, Vizcaíno y los tripulantes que fueron señalados para seguir el viaje alcanzaron y aun sobrepasaron el cabo Mendocino, que era el punto de mayor altura que tenían expresas órdenes de reconocer; se devolvieron tan sólo después de tocar un cabo que hallaron más al norte, el de San Sebastián, en donde fray Antonio de la Ascensión creyó ver la boca misma del paso de Anián. 31 Separados los navíos por el mal tiempo, la fragata llegó al puerto de Navidad a fines de febrero de 1603 y un mes más tarde ancló la nave San Diego en la bahía de Acapulco.
Se logró esta vez cumplir en muy amplia medida con los que fueron los objetivos principales <;le la expedición, ya que en los dibujos y diarios de los pilotos y cosmógrafos quedaron puntualmente registrados los accidentes costeros, incluso los de las islas, así como otros muchos datos de carácter geográfico que se había mandado recoger para facilitar ulteriores navegaciones. 32 Luego veremos que, no obstante el valor y cuantía de la información recabada, fueron muchas las dudas que subsistieron, particularmente en lo tocante a la magnitud de los territorios californianos y a su relación de proximidad con otras regiones de la América del Norte y con los países del mundo asiático. La noción insular, que no llegaron a poner en duda algunos de los que asistieron al viaje de Vizcaíno, fue origen de muchas de las confusiones geográficas que sólo habrian de despejarse definitivamente en el curso del siglo XVIII.
También fue cumplido a cabalidad el encargo de examinar las condiciones de los puertos que, una vez poblados por españoles, pudieran servir para la defensa de las costas y el alivio de los viajeros de Filipinas. Habiendo procurado que estos reconocimientos se llevaran a efecto con el más escrupuloso cuidado, Vizcaíno llegó finalmente a la conclusión -y asilo hizo saber a sus superiores- de que el puerto que ofrecía las mayores ventajas era el que llamó de Monterrey, situado hacia los 37° de altura. En ese puerto precisamente fechó dos cartas, una dirigida a la Audiencia de México y otra a su presidente, el virrey, escritas con el obvio propósito de avivar el interés oficial por la pronta colonización de California.
Desbordado hasta el punto de la exageración es el entusiasmo que el autor manifiesta en ambos documentos. Decía en uno de ellos que, por su tamaño, inmensamente mayor que el de la Nueva España, y por su numerosa población nativa, el país reconocido prometía "grandes cosas y riquezas". 33 Resume la visión entusiasta del navegante el siguiente párrafo que está incluido en la carta dirigida al virrey:
Por lo que he entendido de esta tierra (y los indios de ella me han dicho por señas haber en la tierra adentro grandes poblaciones), es uno de los mayores reinos y rico[s] quel rey tiene en el mundo, porque [a]demás de prometer tanto, es más grande que ochenta mil veces el de la Nueva España y muy circunvecino a otros reinos, como es el de Anián, Japón y otros que adelante hay sin número. . .
Es de suponerse que Vizcaino estaba firmemente convencido de la grandeza territorial y potencialidad económica de California, a juzgar por el empeño que tomó en que se le enviara de nuevo a aquella remota provincia. Primero desde la Nueva España y después apersonándose en la propia metrópoli, solicitó reiteradamente que se le comisionara para hacer una fundación colonial en la bahía de Monterrey."
Bibliografía
"A la diestra mano de las Indias" - Ignacio del Río Chávez
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