Autor: Sealtiel Enciso Pérez
La California, nuestra península milenaria, surge a la escena mundial de la mano de la corona Española y de los relatos que hicieron de su gente, costumbres y paisajes, los exploradores y Misioneros Jesuitas, que en un inicio estuvieron encargados de gobernar estas tierras. El sistema de colonización establecido fueron las famosas Misiones, de las cuales establecieron 17 en toda la península que ellos llegaron a explorar y las cuales casi todas perduran hasta nuestros días.
La bahía y puerto de La Paz sufrió varios intentos de colonización, incluso uno de ellos fue de la mano del Explorador Hernán Cortés, pero debido al mal cálculo de sus condiciones inhóspitas así como los ataques de los indígenas Guaycuras y Pericúes que la habitaban, hicieron imposible su establecimiento. No fue sino hasta el año de 1683 en que el Explorador Isidro de Atondo y Antillón, gobernador de Sinaloa, llegó a estas tierras y estableció una pequeña colonia española. Entre sus acompañantes venían los sacerdotes Jesuitas Francisco Eusebio Kino y Matías Goñi. Durante su corta estancia en el puerto, los sacerdotes fundaron lo que sería la misión que llevaría el nombre de “Nuestra Señora de Guadalupe de Californias” e iniciaron de inmediato el aprendizaje de la lengua de los indígenas que poblaban la bahía así como su catequización. Lamentablemente y debido a una mala interpretación de las costumbres de los indígenas, el Comandante de la Expedición, Atondo y Antillón, sintió que los indígenas le faltaban al respeto a él y sus hombres, por lo que implementó una estratagema para imponérselos de nuevo. Una noche invitó a los principales jefes de estos grupos a cenar con él en el campamento y cuando estaban todos reunidos, cenando, sin que estos se lo esperaran el traicionero Español ordenó que les dispararan un cañonazo, lo cual causó entre los indios varios muertos y heridos.
Una vez que esta acción tan cobarde fuera consumada los sacerdotes Kino y Goñi reprocharon al Gobernador su cruel e insensata acción. Al día siguiente tuvieron que salir huyendo del lugar debido a que los indígenas se habían molestado tanto que en número de miles se apostaron en las partes altas del lugar y sólo esperaban el momento propicio para caer sobre los españoles y masacrarlos. Durante su precipitada huida a los barcos en los que llegaron, varios españoles fueron muertos por flechas y lanzas disparadas por los indígenas. Así fue como se dio por finalizada la breve vida de esta misión en el puerto de La Paz.
Tuvieron que pasar casi 40 años para que de nuevo, los jesuitas, hicieran un intento por extender sus misiones hacia la parte austral de la península. Fue en el año de 1720 que los sacerdotes Jaime Bravo y Juan de Ugarte se hacen a la mar sobre el primer navío (balandra) construido en nuestra península, el cual recibió el nombre de “El Triunfo de la Santa Cruz”. Al mismo tiempo que estos sacerdotes hacían su viaje por tierra, otro más realizaba una penosa travesía por tierra, Clemente Guillén, con la intención de establecer una ruta terrestre de Loreto hacia el puerto de La Paz. Los primeros en llegar fueron los que viajaban por mar.
Una vez que desembarcaron en el puerto se percataron que no quedaba nada de la anterior misión que se fundó casi 40 años antes, por lo que inician de nuevo con la construcción de chozas improvisadas para que les sirvieran de habitación y para construir una pequeña capilla. Fue el 3 de diciembre de 1720 que los sacerdotes Bravo y Ugarte celebran una solemne misa con lo que se da por fundada la Misión que llevaría el nombre de “Nuestra Señora del Pilar de La Paz Airapí”. A los pocos días llegó el sacerdote Guillén y se unió a ellos en su trabajo de conversión de los indígenas del lugar.
Entre los años de 1720 a 1728, el sacerdote Jaime Bravo se hizo cargo de la misión y empezó a levantar edificios con material duradero (piedras pegadas con cal). Su trabajo como propagador de la fe entre los indígenas Guaycuras y Pericúes fue intenso y muy laborioso. Cuando fue llamado a Loreto y tuvo que abandonar la dirección de la misión, en su lugar llegó el sacerdote William Gordon. En el año de 1734 que inició la gran rebelión de los Pericúes la cual prendió la llama de la insurrección por todo el sur de la península, ante el inminente peligro de la toma de la Misión de La Paz y el seguro sacrificio del sacerdote y sus acompañantes, el padre Gordon tuvo que huir a la isla Espíritu Santo y posteriormente se trasladó a Loreto.
Una vez finalizada la rebelión (1736) se restableció la Misión de Nuestra Señora del Pilar de La Paz la cual estuvo bajo la rectoría del sacerdote Segismundo Taraval. Lamentablemente la población había quedado muy mermada e incluso muchos de los indios fueron trasladados a otras misiones para evitar que volvieran a organizarse para actos de insubordinación. Hubo sucesivas epidemias en los años 1742, 1744 y 1748, las cuales redujeron drásticamente la población indígena, al punto que sólo quedaron un puñado de ellos en el puerto, lo que hacía insostenible la misión. Fue en ese año (1748) que el sacerdote Taraval abandona definitivamente el puerto de La Paz y se traslada con todos los neófitos al poblado de Santa Rosa de Las Palmas (Todos Santos).
Fue así como nuestra ciudad de La Paz tuvo la oportunidad de ser el único sitio en la península donde se establecieron dos misiones. Historias que no deben olvidarse, antes, deben de ser recordadas y trasmitidas a las generaciones presentes para que conozcan la singular historia de este bello puerto de la California original.
Bibliografía:
es.wikipedia.org
www.elvigia.net
cronicassudcalifornianas.blogspot.com
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